Cuando llegó la hora de cantarle a Arturo el cumpleaños feliz, el cumpleañero subió con su mejor amigo, y Óscar dijo que todos le debían cantar el cumpleaños. Todos cantaron al unísono y al acabar los aplausos resonaron, y Arturo empezó a hablar.
Localizaron a Sara entre la gente, y al acabar de dar las gracias, añadió:
-Ahora supongo que tendré que darle los 50 euros a mi amigo porque ha ganado una apuesta. Querrá darle las gracias a quien le ayudó a ganarla, ¿no es así, Óscar?
Óscar sonrió y tomó la palabra.
-Gracias Arturo- dijo agarrando los 50 euros de la mano de su amigo-. Y gracias Sara, me has sido muy útil.
Y guiñándole el ojo, bajó del escenario, mientras el corazón de Sara se rompía en mil pedazos. Las lágrimas le inundaron la cara, y salió corriendo lo más rápido que pudo de esa casa.
-¿Cómo iba a olvidarme de ti, pedazo de gilipollas?- dijo Sara desde la cama.
-Hombre, nadie se olvida de mí después de que le haya dado parte de mi tiempo- dijo él con voz creída.
-Déjame en paz, no sé qué quieres, pero no quiero saber nada de ti, ¿me oyes? Adiós.
Y dicho esto le colgó. Pero algo dentro de ella despertó de nuevo. No había olvidado a ese chico. Y seguía enamorada de él.
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Paula, no sé por que me dices esto, pero sé perfectamente que ese chico no me quiere, puede que en algún momento lo haya hecho, pero ahora mismo no. Y no quiero saber nada de él, y lo sabes.
Marta se sentía un poco mal por hablarle así a su amiga, pero creía que con Julio ya había dejado todo claro. Había estado muy enamorada de ese chico, pero tras todo, lo había pasado fatal. Sabía que muy en el fondo Julio seguía presente en ella, y que a la hora de conocer a un chico, Julio estaba presente. Tenía que reconocer que al conocer a Pablo, Julio se le pasó por la cabeza, y no iba a caer en lo mismo.
Manu la sacó de sus pensamientos. Llevaba solo unos pantalones y andaba buscando una camiseta.
-¿Viste mi camiseta negra? La que tiene el dibujo chulo- dijo yendo hacia la lavadora.
-No- dijo Marta algo distraída.
Manu la miró. Notó que estaba distinta.
-¿Que pasó?-preguntó.
-Nada.
-Te conozco. ¿Qué pasó?- volvió a preguntar Manu.
Marta miró a Manu a los ojos. Aparte de Paula, Manu había sido su gran apoyo, y en Barcelona era el único. Suspiró y le tendió el móvil con la conversación de Paula abierta. Manu lo miró y luego a su hermana.
-Algo de razón seguro que tiene- dijo Manu-. Si no no te habría dicho esto. Pero tú piensa que aunque sea así estamos lejísimos de ellos, Julio no te va a volver a ver, ni tú a él. Aparte, lo que hizo no estuvo nada bien, así que no le des vueltas. Seguro que aquí encuentras a alguien que valga la pena.
Y dicho esto se acercó a su hermana y la abrazó.
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Pablo y Jesús llegaron al hotel donde ya estaban algunos jugadores y medios de comunicación y entraron. Subieron a su habitación. Desde que los tres habían entrado en el equipo dormían siempre en la misma habitación. Eran como hermanos. Pablo y Jesús dejaron sus cosas sobre la cama y se sentaron en el sofá que había, esperando a que llegara Álex. Llevaban todo el camino hablando, como siempre lo hacían, bromeando y riendo. Si es que eran como hermanos.
Pasados quince minutos la puerta se abrió. Ambos se giraron y vieron entrar al futbolista de rizos con unas gafas de sol en la mano y una mochila colgada a la espalda.
-Y luego soy yo el que se queda dormido- dijo Jesús al verlo entrar.
-No me quedé dormido, créeme- dijo Álex tirando sus cosas sobre su cama.
-¿Y que hiciste?- preguntó Pablo.
-¿Sabéis la chica de la que os hablé ayer? Le di hoy las entradas- respondió Álex.
-Ah, ¿solo eso? ¿Y como es que estás tan raro?- preguntó Pablo.
Álex lo miró a los ojos. En ellos veía que Pablo sabía que a él le afectaba él. Y veía confianza. Sabía que pod´´ia contarles lo que sea.
-¿Os acordáis de Verónica, la periodista?- preguntó sentándose junto a ellos. Ambos asintieron-. Pues ayer no sé como, sacó una foto que parecía algo que en realidad no estaba pasando y la subió con una noticia. Dijo que ella y yo salimos, y eso es mentira. Ni siquiera la conozco bien.
-Verónica quiere vengarse de ti. Punto- dijo Jesús. Todos conocían lo que Verónica había intentado y no le había salido.
-Ya bueno, pero hay más maneras, joder- dijo Álex.
-Nadie dijo que lo que haya hecho está bien- lo calmó Pablo.
Álex suspiró. No quería cagarla. O por lo menos no quería que la cagaran por él. En cuanto viera a Verónica le diría unas palabritas.
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Paula suspiró al leer la respuesta de su amiga. Se equivocaba. Julio la quería y ella a él, y tenía que hacérselo ver. Pero ya.
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