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Sábado por la mañana. El despertador interrumpió los sueños de Manu, que ya fantaseaba con su nuevo equipo. Lo apagó medio dormido. Se incorporó poco a poco y se frotó los ojos. Las ocho de la mañana. Ya podía ir espabilando. Resopló, no lo gustaba madrugar, pero ese día o madrugaba o adiós Barcelona. Fue hacia el baño. Allí se duchó, y luego fue a su habitación, donde se vistió. Luego se peinó, se colocó su pelo rubio, ese que tanto enamoraba. Se dirigió a la habitación de Marta, la cual dormía profundamente y la despertó.
-¡Arriba! ¡Hoy es mi presentación!
Marta gruñó medio dormida, pero hizo el mayor de los esfuerzos para levantarse e ir al baño, mientras Manu bajaba a desayunar. Marta se duchó despacio, y Manu se preparó un gran tazón de cereales de chocolate. Los dos estuvieron listos a las nueve y media.
-¿Nos vamos?- preguntó Manu al ver que su hermana ya bajaba lista.
-Sí, venga- dijo ésta.
Los dos salieron del piso y entraron en el ascensor. Marta pulsó el 0 y el ascensor comenzó a bajar. Se detuvo en el bajo, y los dos salieron del ascensor. Se dirigieron a la puerta, y cuando iban a salir...
-¡Esperad!
La voz era de Clara, y venía del interfono que había al lado del portal.
-Bajamos ahora- dijo Clara, que desde su piso vio a Marta y a Manu por la cámara del interfono-. Queremos apoyarte, Manu.
Manu sonrió, y Clara y Carmen bajaron hasta el portal, donde se encontraron con Marta y Manu.
-Acababais antes viniendo a nuestro piso y avisándonos- dijo Manu al verlas.
-Nos habéis dado un susto de muerte, por lo menos a mí- añadió Marta.
-Perdonad, pero es que somos así- rió Carmen.
-Ya veo, ya- dijo Manu, y Marta llamó a un taxi, que los recogió y los llevó directos al Camp Nou.
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Ya listo. La cresta estaba perfectamente peinada. Pablo cogió su chaqueta, la cual colgaba del perchero junto a la puerta y se la puso sobre un hombro. A continuación, fue hacia el garaje y subió a su Mercedes último modelo, y arrancó al Camp Nou. Era un día soleado, por lo que se puso sus RayBan negras. Condujo hasta llegar a pleno centro de Barcelona, donde recorrió unas calles hasta llegar al Camp Nou. Había bastante gente, todos ellos querían ver al nuevo fichaje del Barça. Fue al aparcamiento del estadio, y allí, camuflado entre la gente, entró al estadio. Allí se notaba más que había mucha gente. El estadio estaba medio lleno, y todos iban con camisetas culés, en las que alguno llevaba su número y su nombre. Se sentó y sacó su iPhone. Empezó a mirar sus WhatsApps, y los respondió a todos pacientemente. Bueno, a casi todos. No tenía ninguna intención de responder a Antonella.
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-Venga, vamos, o llegaremos tarde- le dijo Verónica al cámara, mientras ella sostenía el micrófono de Televisión Catalana en la mano.
-Ya voy, ya voy- dijo éste, un hombre gordito y calvo.
Los dos entraron al estadio y fueron a la zona de periodistas. Verónica sacó su teléfono y marcó el número de su compañero, el cual estaba arriba para comentar la presentación.
-¿Estáis listos?- preguntó.
-Sí, y tú estate atenta para cuando te pase la conexión- respondió el otro-. Harás un buen trabajo.
-Gracias, igualmente- dijo Verónica sonriente, y colgó. Luego, dirigiéndose al cámara, añadió:-. Estate pendiente, ¿vale?
El cámara asintió, y Verónica se colocó la melena.
<<Tengo que hacerlo bien>>, pensó, <<mi fama depende de ello>>.
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-Ahora que Manu ya está con los directivos del Barça, vamos a coger sitio para ver su presentación- le dijo Marta a Carmen y Clara.
-¡Sí! Y un buen sitio, a poder ser- dijo Clara.
Las tres echaron a andar por el estadio. Cogieron unos sitios muy bien situados, desde ahí se vería a Manu perfectamente. Se sentaron y charlaron mientras no empezó. La voz de los altavoces interrumpió su conversación quince minutos después.
-¡Señoras y señores, niños y niñas, prepárense para recibir al nuevo fichaje del Fútbol Club Barcelona!- Un aplauso atronador invadió el estadio-. ¡Con todos ustedes, Manu Rivas!
Por el túnel de vestuarios asomó Manu, que iba vestido con la equipación del Barça, con el dorsal número 11. Saludó a toda la grada y luego dio unos pasos más hasta llegar a una plataforma amarilla, con una valla publicitaria de fondo. Empezó a dar unos toques al balón, y al acabar, una chica con un micrófono fue junto a él.
-¡Buenos días Manu, y bienvenido a Barcelona!- exclamó.
La grada aplaudió y Manu sonrió, mirando a su nuevo público. La chica le pasó el micro a Manu, y éste respondió:
-Buenos días, gracias por esta bienvenida.
La chica comenzó a hacer preguntas a Manu, de como se sentía por estar en Barcelona, de si estaba contento, cuáles eran sus sensaciones... Lo típico que se pregunta en la presentación de un jugador. Al terminar, Manu se despidió en catalán de su nueva afición, y se dirigió al túnel de vestuarios.
Cuando iba a bajar, una guapa periodista lo paró.
-Perdona, ¿puedo hacerte unas preguntas?
-Claro- respondió Manu sonriente.
Verónica comenzó a formular sus preguntas, las cuales Manu respondía con sinceridad y siempre con la mejor de las sonrisas. Cuando terminaron, Manu concedió otra entrevista a otra cadena de televisión, y luego fue a los vestuarios, a ponerse de nuevo su ropa para luego ir a firmar su contrato con el equipo.
En las gradas, Pablo se levantó y se dirigió a la salida. Allí encontró a un directivo del Barça, que lo reconoció al instante. Ambos se saludaron, y el directivo entró junto a Pablo a los pasillos que iban a los vestuarios.
-Qué bien que estés aquí, así le das la bienvenida al chaval- decía el directivo-. Haz que se sienta acogido, ¿sí?
-Vale, ya voy para allá- respondió Pablo.
Se quitó sus gafas de sol y se las colocó en la camiseta. Se separó del directivo en un pasillo, y fue hacia los vestuarios. Llegó a la puerta y se apoyó en la pared junto a ella. A los tres minutos la puerta se abrió y salió Manu, completamente vestido. Se llevó la sorpresa de su vida al ver a uno de sus ídolos apoyado en la pared.
-Hola- saludó Pablo sonriente.
-Ho... Hola- devolvió Manu el saludo.
-Bienvenido a Barcelona, estamos muy contentos de que estés aquí- dijo Pablo.
-Gracias, y yo de estar- respondió Manu.
-¿Tienes ganas de empezar?- preguntó Pablo.
-Sí, bastantes.
-Me alegro. ¿Estarás mañana en el partido de Liga?
-Claro, no me lo perdería por nada- dijo Manu sonriente.
-Genial, ¿vas ahora a firmar los contratos?
-Sí, aunque acabo enseguida- respondió el rubio.
-Y dime, ¿ya conoces la ciudad?
-De aquella manera, solo salí ayer a comer fuera- respondió.
-Bueno, pues si quieres te la enseño yo, y así de paso conoces gente- propuso Pablo.
-Yo encantado, aunque tengo que avisar a mi hermana, que está arriba con unas amigas- aclaró Manu.
-¿Tienes una hermana? No lo sabía.
-Sí, tiene 18 años- dijo Manu-. Ya la conocerás algún día.
-Sí, estaría bien. ¿Vamos? Te acompaño al despacho del presidente- sugirió Pablo.
-Vale, vamos.
Los dos guapos jóvenes empezaron a andar camino del despacho del presidente culé, mientras hablaban de cosas sin importancia.
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-Muy ágil tu hermano con el catalán- rió Carmen, mientras las tres chicas salían del estadio entre la gente.
-Hace lo que puede- rió también Marta-. En el avión se fue aprendiendo algo de catalán.
-Se nota- opinó Clara-. Es como los niños pequeños hablándolo. ¡Tan monos!
-Déjala, siempre está diciendo gilipolleces- rió Carmen por lo bajo.
-¿Gilipolleces? ¡Já!- exclamó Clara-. Soy una persona que siempre dice cosas muy inteligentes.
-¿Inteligentes para la persona más retrasada del mundo?- se burló Carmen-. Entonces sí, dices cosas muy inteligentes.
-Dejadlo ya, anda- dijo Marta aguantando la risa-. Esperamos a Manu fuera y ya.
-Valeeee- dijeron las dos amigas a la vez.
Marta sonrió, y las tres, ya fuera, se sentaron en un banco, donde comenzaron a charlar sobre sus vidas, a seguir conociéndose poco a poco.
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Uf, no, este no. ¿Y este? Tampoco. ¡Aj! ¡No tiene nada bonito para ponerse ese mediodía! Ya se ha probado todos sus vaqueros, faldas, camisas y blusas. Ahora está con los vestidos. Solo le quedan tres por probar. Se probó uno de flores precioso, que su hermano le regaló el año pasado (con una pequeña ayuda de su madre). Sí, este era perfecto. Ni muy formal ni muy informal. Se calzó unos zapatos marrones y se cepilló su gran melena negra. Elena se miró en el espejo. Todavía se tenía que hacer la raya. Sacó su lápiz de ojos favorito y empezó a dibujarse la raya. Lista, perfecta. Ahora brillo de labios. No, espera. ¿No será muy exagerado? Sí, no, no sabe. Menudo dilema. Mejor no. Ya está lista. Cogió su bolso, donde metió su cartera, el móvil y las llaves, y tras despedirse de sus padres, salió de casa, camino del centro, donde ayer vio por última vez a Álex.
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Manu firmó el último contrato y se sacó la última foto. Ya había terminado. Pablo contemplaba la escena apoyado en una pared al fondo de la sala. Tenía las manos metidas en los bolsillos y la cabeza ligeramente inclinada hacia atrás. Manu se levantó y fue junto a él.
-¿Todo listo?- preguntó Pablo colocando la cabeza.
-Todo listo- confirmó Manu.
-Bueno, pues vamos a comer y te enseño Barcelona- dijo Pablo.
-Vale, espera, que avise a mi hermana- dijo Manu sacando su iPhone del bolsillo.
-Vale.
Manu marcó el número de Marta. Se colocó el móvil en la oreja y esperó a que su hermana cogiera.
-¡Manu! ¿Ya acabaste?- preguntó ésta al descolgar.
-Sí, y acabo de conocer a uno de mis compañeros- respondió Manu-. Me ha ofrecido ir con él a comer y luego enseñarme la ciudad y he aceptado.
-Ah bueno, pues ve con él, y así conoces esto- dijo Marta, contenta de que su hermano ya hubiera conocido a alguien.
-Vale, pero te veo ahora cuando salgamos del estadio- dijo Manu-. ¿Dónde estáis?
-Justo delante de la salida principal.
-Vale, nos vemos- se despidió Manu.
-Hasta ahora.
Los dos colgaron.
-Sale ahora con un compañero de equipo- informó Marta a sus amigas.
-Oye, yo tengo que ir urgentemente al baño- dijo Clara-. Dale saludos a Manu.- Dicho esto se levantó y volvió corriendo dentro del estadio.
-Será retrasada...- murmuró Carmen-. Oye, yo voy a comprarme un perrito, ¿quieres uno?
-No, gracias, espero a Manu- respondió Marta.
-Pero te cojo uno, mujer- insistió Carmen.
-No hace falta, en serio- rechazó Marta de nuevo.
-Bueno, allá tú.
Carmen también se marchó. Marta se quedó sola. Sacó el teléfono del bolsillo y abrió el WhatsApp. Tenía 100 mensajes del grupo de clase del instituto. Se rió al leer las bromas que algunos escribían. Los echaba de menos. Apagó el móvil y lo guardó de nuevo en el bolsillo. Por la puerta del estadio, vio a su hermano salir solo, mirando su móvil. Marta se levantó del banco y fue junto a su hermano.
-¡Hola! ¿Y tu amigo?
-Viene ahora- respondió Manu-. ¿Y las tuyas?
-Una meando y la otra comiendo- rió Marta.
-Que fina, hermanita- bromeó Manu.
-Ya ves- rió de nuevo la chica.
-Bueno, pues eso, ¿tienes dinero?- preguntó Manu poniendo cara de cachorrito.
-Sí, sí que tengo, pero no te voy a dar- rió su hermana, evitando mirarle, ya que siempre cedía ante aquella cara.
-Venga, porfa, no me hagas quedar mal el primer día- pidió Manu.
-No.
-Porfaaaaaa.
-No.
-Porfaaaaaaa.
-Que no.
-Porfaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa.
-Vaaale- accedió al fin Marta.
Abrió su bolso y de su cartera sacó 50 euros.
-Me los devuelves, más intereses- dijo antes de dárselos.
-Hecho- dijo Manu cogiendo el dinero y guardándolo en el bolsillo.
-No tienes remedio- dijo Marta.
-Pues no.
-¡Manu!- Una voz sorprendió a los hermanos desde detrás del chico.
Pablo caminaba hacia ellos revolviendo su granizado.
-Hola, Pablo- saludó Manu.
Al llegar junto a ellos, Pablo levantó la cabeza y miró hacia Manu, y luego hacia su acompañante.
Marta miraba a Pablo pasmada.
Pablo se quedó mirando a Marta, y esbozó una pequeña sonrisa.
-Hola- saludó sin dejar de mirar a los ojos de la guapa acompañante del nuevo.
-Hola- saludó Marta, que no expresaba ninguna emoción en la cara.
-Ah sí.- Manu decidió intervenir, vio lo incómoda que estaba su hermana-. Pablo, esta es mi hermana Marta, y Marta, este es Pablo.
Pablo levantó un poco las cejas.
-Encantado- dijo, con la más seductora de sus sonrisas.
-Igualmente- respondió Marta.
-Bueno, esto... ¿Nos vamos?- interrumpió Manu.
El contacto visual entre Marta y Pablo se cortó, ya que ambos miraron a Manu.
-Sí, vamos- dijo Pablo, y luego, dirigiéndose de nuevo a Marta, añadió:-. Adiós, y encantado.
-Adiós, igualmente- fue lo único que consiguió decir Marta.
-Adiós, Marta- se despidió Jorge.
Los dos chicos echaron a andar, dirección que solo Pablo sabía, dejando allí plantada a Marta, que no quitaba la vista de encima de aquel chico que iba con su hermano.
-Que fina, hermanita- bromeó Manu.
-Ya ves- rió de nuevo la chica.
-Bueno, pues eso, ¿tienes dinero?- preguntó Manu poniendo cara de cachorrito.
-Sí, sí que tengo, pero no te voy a dar- rió su hermana, evitando mirarle, ya que siempre cedía ante aquella cara.
-Venga, porfa, no me hagas quedar mal el primer día- pidió Manu.
-No.
-Porfaaaaaa.
-No.
-Porfaaaaaaa.
-Que no.
-Porfaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa.
-Vaaale- accedió al fin Marta.
Abrió su bolso y de su cartera sacó 50 euros.
-Me los devuelves, más intereses- dijo antes de dárselos.
-Hecho- dijo Manu cogiendo el dinero y guardándolo en el bolsillo.
-No tienes remedio- dijo Marta.
-Pues no.
-¡Manu!- Una voz sorprendió a los hermanos desde detrás del chico.
Pablo caminaba hacia ellos revolviendo su granizado.
-Hola, Pablo- saludó Manu.
Al llegar junto a ellos, Pablo levantó la cabeza y miró hacia Manu, y luego hacia su acompañante.
Marta miraba a Pablo pasmada.
Pablo se quedó mirando a Marta, y esbozó una pequeña sonrisa.
-Hola- saludó sin dejar de mirar a los ojos de la guapa acompañante del nuevo.
-Hola- saludó Marta, que no expresaba ninguna emoción en la cara.
-Ah sí.- Manu decidió intervenir, vio lo incómoda que estaba su hermana-. Pablo, esta es mi hermana Marta, y Marta, este es Pablo.
Pablo levantó un poco las cejas.
-Encantado- dijo, con la más seductora de sus sonrisas.
-Igualmente- respondió Marta.
-Bueno, esto... ¿Nos vamos?- interrumpió Manu.
El contacto visual entre Marta y Pablo se cortó, ya que ambos miraron a Manu.
-Sí, vamos- dijo Pablo, y luego, dirigiéndose de nuevo a Marta, añadió:-. Adiós, y encantado.
-Adiós, igualmente- fue lo único que consiguió decir Marta.
-Adiós, Marta- se despidió Jorge.
Los dos chicos echaron a andar, dirección que solo Pablo sabía, dejando allí plantada a Marta, que no quitaba la vista de encima de aquel chico que iba con su hermano.
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