domingo, 22 de septiembre de 2013

1- Rumbo a un nuevo lugar

Cerró su maleta difícilmente. Llevaba todas sus cosas a Barcelona. Se levantó del suelo y recorrió su habitación con la mirada. Todo en orden, no se había olvidado de nada. Contempló sus cinco maletas en el suelo, junto a sus dos bolsas de viaje. Lo único que no se había llevado de su habitación eran los muebles, y su pudiera, se los hubiera llevado. Solo que en el nuevo piso de Barcelona ya estaban todos los muebles, por cortesía de sus padres. Marta pensó que a lo mejor les vino de miedo eso de que llamaran a Manu la semana pasada para ir a jugar a Barcelona. Miró por última vez su habitación, suspiró, y comenzó a sacar las maletas de su habitación. En la entrada de la casa ya estaba Manu, con todas sus maletas listas para irse a su nuevo hogar.

-¡Qué nervios!- exclamó-. ¿No estás nerviosa, Marta?

-Uy, sí, nerviosísima- ironizó arrastrando su última maleta a la entrada.

-Venga, chicos- interrumpió su madre-. Subid al coche, que perderéis el avión.

Marta y Manu guardaron sus maletas en el maletero y en la parte trasera del coche, a duras penas. Luego, fueron junto a su madre a despedirse. Ambos abrazaron a la vez a su madre, a la que se le escaparon algunas lágrimas.

-Mis niños- sollozó-. No me puedo creer que ya os vayáis. Qué rápido pasa el tiempo. Manu, mucha suerte en tu nuevo equipo. Ya lo verás, serás el mejor.- Dio un beso en la mejilla a su hijo menor, y luego se dirigió a la mayor:-. Y Marta, mucha suerte en la Universidad, ya verás como vas a sacar unas notazas y me vais a hacer la madre más feliz del mundo.- Rompió en llanto. Ver marchar a sus hijos no era algo que le gustara-. Lo siento- dijo al fin-. Os deseo toda la suerte del mundo. Y no os olvidéis de llamar nada más llegar. Os quiero.

-Y nosotros a ti, mamá- dijeron los dos, y abrazaron a su madre.

Subieron al coche, y su padre arrancó al aeropuerto, donde en media hora cogerían un avión rumbo a una nueva vida.

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-Te digo que no.

-Y yo te digo que sí.

-Vuelvo a repetir, ¡no va a venir nadie al piso de arriba!- exclamó Clara.

-¿Pero tú has visto cuanta gente iba y venía?- argumentó Carmen, sentada en el sofá del apartamento que compartía con su mejor amiga.

-Sí, pero lo mismo pasó con el sexto A y fíjate, está desierto- dijo Clara, que estaba sentada enfrente de Carmen.

-Eres una cabezota- refunfuñó Carmen-. Tengo razón, y lo sabes.

-¿Apostamos?- preguntó Clara.

-Venga- aceptó Carmen. Extendió su mano y dijo:-. Cinco euros a que viene alguien a vivir arriba.

-Cinco euros a que no viene nadie- dijo Clara dándole la mano a su mejor amiga, sellando así su apuesta.

-Voy a ganar- dijo Carmen sonriente, acomodándose en el sofá.

-¡De eso nada!- gritó Clara, tirándosele encima y comenzando una guerra de cosquillas.

Estuvieron así cinco minutos, hasta que las dos suspiraron a la vez y sonrieron.

-Y por eso eres mi mejor amiga- dijo Clara.

-Por y para siempre- completó Carmen.

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-El avión rumbo a Barcelona está a punto de despegar, por favor, vayan embarcando- dijo una voz femenina por los altavoces.

Sara agarró sus maletas decidida y se dirigió a la entrada del avión. Iba a ir a Barcelona a estudiar, a demostrarle a sus padres que ya no era una niña pequeña, que ya podía valerse por si misma. Se sentó en el asiento que la azafata indicó y se abrochó el cinturón. Recorrió con la mirada el avión. Unas filas más atrás vio un chico muy guapo, que se bebía una CocaCola tranquilamente.

<<Qué bueno está ese>>, pensó. <<Espero que todos sean así en Barcelona>>.

El avión despegó, y por su ventanilla vio Bilbao hacerse cada vez más pequeño, hasta ver solo las manchas blancas de las nubes.

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-Barcelona ya empieza a recibir a los estudiantes que vienen a hacer su curso universitario en la capital catalana- decía el locutor-. Ya se va respirando el ambiente estudiantil en la ciudad.

Cris apagó la radio. Todas las emisoras lo mismo, no había ninguna en la que no mencionaran eso. No estaba preocupada por no sacar bien el curso o por haber escogido la carrera equivocada, le preocupaba a aceptación en aquella facultad. Sabía que era difícil y que iba muy poca gente, la mayoría hombres. Ese era el problema. Ser aceptada, siendo mujer. Los hombres son muy machistas en lo referente a eso, por eso les iba a demostrar que una chica podía hacer la carrera de Matemáticas mejor que cualquier hombre. Pero lo que no sabía era que no iba a ser una, sino dos.

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Lápiz, goma, cuadernos, bolso y ropa para el primer día. Sí, todo listo. Elena dejó todo sobre su mesa de estudio. Quería ir preparadísima al inicio de curso en Psicología. Quería ser como su hermano, que ahora era un psicólogo reconocido, al que mucha gente acudía.

<<Voy a ser la mejor. Tengo que ser la mejor>>, se repetía Elena constantemente. Y es que no es fácil crecer a la sombra de un hermano, que si no es perfecto, es casi perfecto.

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Suspiró y siguió mirando por la ventana. Coches por todas partes y sobre todo jóvenes que acababan de llegar de sus vacaciones y se ponían al día con sus amigos o parejas.

<<¿Qué se sentirá al caminar de la mano por la calle con tu novio?>> se repetía María cada vez que veía pasar a una pareja. <<¿Ir caminando sin que se avergüence de que seas su novia?>>. Y es que a sus 18 años, María nunca había tenido novio formal. Sí primer beso, sí líos, de tíos que solo buscaba lo que buscan, pero nunca alguien que la quiera por como es, y esa es su mayor preocupación en ese momento. No los estudios. Sí el amor. ¿Encontrará a alguien que la quiera por como es? Nunca se sabe.

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-¿Cuándo decíais que llegaba el nuevo?- preguntó un atractivo joven de rizos negros mientras hacía los estiramientos obligatorios después de correr.

-Hoy por la tarde- respondió el que estaba a su lado haciendo el mismo ejercicio. Éste, a diferencia del anterior, tenía una melena lisa que le caía sobre la frente.

-Dicen que es muy bueno- comentó el primero-. Será un buen competidor para Pablito, ¿eh?- bromeó.

Pablo, que estaba al lado de Álex, lo miró con expresión divertida.

-Tío, estamos empezando, a mí aún me queda mucho por mejorar, así que imagínate- dijo.

-Nunca se sabe, Hernández- dijo Jesús-. A lo mejor es incluso mejor que tú.

-Eso ya se verá- dijo Pablo, cambiando de estiramiento-. En su momento, ya se verá.

Jesús y Álex se miraron cómplices. Ambos sabían lo que pensaba su amigo. No iba a dejar que nadie fuera mejor, solo para demostrarle a Marisa Mosquera que se equivocaba años atrás.

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Abrió los ojos. Delante de él vio a una bella chica dormir sin ropa junto a él. Suspiró, pero no de amor, sino de tristeza. Se levantó y comenzó a vestirse, mientras no perdía de vista a la chica. Por último, agarró su característica chaqueta de cuero y se la colgó al hombro, mirando por última vez a la chica. Y es que Julio sabía bien que habría dado todo el oro del mundo por que esa chica que ahora dormía desnuda en la cama fuera Marta.

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Punto y final. La entrevista a Pau Gasol ya estaba terminada. Esa noche lo recibirían en el plató de Televisión Catalana. Verónica comenzó a aprenderse las preguntas, ya que no iba a estar con un papel en su entrevista con Pau. Cuando ya llevaba la mitad aprendida, llamaron al teléfono de su oficina.

-¿Diga?- preguntó.

-Verónica, ¿cómo vas con la entrevista de Pau?- preguntó el director del programa.

-Bastante bien, estaba terminando de aprenderme las preguntas- respondió veloz.

-Bien, pues entonces tendrás tiempo para preparar un par de preguntas para la presentación de mañana de Manu Rivas- dijo el editor.

-No hay problema, ahora mismo me pongo- dijo Verónica.

-Así me gusta. Eres una empleada ejemplar- dijo el director, y colgó.

Verónica volvió a su mesa de trabajo.

<<Manu Rivas... Estaría mejor si fuera Pablo Hernández>>.

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Bip... Bip... Bip...

Natalia suspiró frustrada, esperando a que Paula cogiera el teléfono. Se había enterado por las redes sociales de que Marta se iba ese día a Barcelona, y no iba a perder su oportunidad.

-¿Sí?- dijo al fin Paula.

-¡Paula!- Natalia cambió su tono a uno alegre y amable-. Soy Nati. Me he enterado que Marta se fue a Barcelona, y quería saber si estabas bien.

-Gracias por preguntar, pero no, no lo estoy.- Paula suspiró triste. Ya se había despedido de su amiga el día anterior, y prefirió no ir hoy por no meter más el dedo en la llaga.

-Pues no te pongas así, sabes que me tienes a mí- dijo Nati alegre-. ¿Que te parece si hoy vamos a tomar un helado y te olvidas de todo?

-No sé, Nati, no estoy de humor...

-¡Venga!- la animó Nati-. Así piensas en otras cosas y te sientes mejor.

-Bueno, vale- terminó accediendo Paula.

-¡Estupendo! Me paso por tu casa a las cinco, ¿vale?

-Vale- dijo Paula-. Hasta entonces.

-Adiós.

Las dos colgaron. Paula, triste, y Nati, contenta, porque por fin iba a tener su oportunidad.

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