sábado, 8 de febrero de 2014

30- Stupid but lovely

El martes amaneció de nuevo soleado. Las chicas se despertaron con el pitido del molesto despertador. En el apartamento de Clara y Carmen, las dos se cepillaban los dientes codo a codo, ambas con caras adormiladas. Sara, por su parte, se desesperaba porque no se daba decidido por la ropa del día. En la otra punta de la ciudad, María se cepillaba el pelo una y otra vez, y hacía experimentos con el pelo, sin saber como colocarlo. Elena se estresaba porque no se daba hecho bien una trenza ladeada. Cris corría de un lado a otro cogiendo sus libros, folios y bolis. En el apartamento de Marta y Manu, los dos hermanos desayunaban tranquilamente su taza diaria de Chocapic. Manu comentaba que ese día iban a empezar a preparar el partido del próximo sábado en Sevilla. Marta hablaba de que ese día ya empezarían a dar clases de verdad. Al acabar de prepararse, todas las chicas fueron a la Universidad y Manu fue a la Ciudad Deportiva del Barcelona, al igual que el resto de los jugadores del Barcelona, entre ellos Pablo, Jesús y Álex.

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La mañana fue bien para todos. El entrenamiento fue muy bien, y Manu pidió una pizza para comer. Las chicas se reunieron de nuevo en la cafetería de la Universidad. Estaban todas muy contentas, su primera semana de universitarias estaba yendo muy bien. La verdad era que cada vez se llevaban mejor, y formaban una pandilla muy... ¿Adorable? Si es que las Choscas Universitarias eran una mezcla de tantas cosas. Al acabar de comer, cada una volvió a su apartamento, excepto Marta, que tuvo que volver a la facultad a por unas cosas que se le habían olvidado. Salió del Campus y miró a ambos lados. Se fue por el lado que ella consideraba el correcto, aunque empezó a arrepentirse de su intuición al ver unas calles que hasta ese momento no había visto. El silbido del WhatsApp interrumpió sus pensamientos.
 
Que tal tus primeros días de universidad?
 
Pablo. Marta no pudo evitar sonreír y responder que de maravilla, para luego preguntarle a él que tal. Pablo le preguntó qué tal estaba ella, y Marta vio la oportunidad de que la ayudaran a volver a casa.
 
Si te soy sincera, me perdí xd
 
Pablo rió al ver el mensaje, y le preguntó donde estaba. Ella le dijo como era el lugar donde estaba, y él enseguida supo de que sitio se trataba. Le dijo que se quedara allí, que enseguida iba él. A Marta le dio algo de vergüenza que Pablo tuviera que ayudarla a volver a su casa. Era un poquito penoso, y se rió de sí misma. Enseguida vio a Pablo venir hacia ella. Unas gafas de sol negras le tapaban los ojos, ayudándolo a pasar desapercibido. Iba vestido con unos vaqueros, una camiseta blanca y unas Air Force. Cuando llegó junto a ella la saludó con una sonrisa, y ella aguantó la risa.
 
-Muy penoso, ya lo sé- dijo ella.
 
-Que va- dijo él-. Es normal que te pierdas.
 
Marta se dio cuenta de que Pablo era realmente guapo. Si se lo tenía creído, razones no le faltaban.
 
-Ahora te acompaño a casa- dijo él sonriente-. Aunque estás bastante lejos.
 
-¿Y tú viniste andando?- preguntó ella.
 
-Claro, si no es muy fácil reconocerme, y aunque me gustan mucho las chicas, a veces molesta tener a 20 encima- dijo él claramente para picarla, y para ver como reaccionaba.
 
Marta se paró a pensar. Le gustan las chicas y suele tener a 20 alrededor. No sabía quienes eran esas chicas pero ya las odiaba.
 
-Pues no tengo dinero para el bus- dijo ella.
 
-Que distraída eres- comentó él con una gran sonrisa.
 
Los dos comenzaron a andar, mientras Pablo la picaba riéndose de lo despistada que era. A ella le gustaba que hiciera eso, y se defendía como podía. Mientras caminaban, Pablo le iba enseñando los sitios que podían gustarle, entre ellos las tiendas de ropa y de zapatos. Pablo le enseñó la Sagrada Familia, ante la cual Marta se quedó maravillada.
 
-Es preciosa...- dijo ella.
 
<<Como tú>>, pensó él, y enseguida apartó esos pensamientos de su cabeza.
 
Tras una larga caminata de unas dos horas, llegaron a un parque infantil. No había niños, ya que todos debían estar en la playa o en la piscina. En el centro, había un único columpio. Ambos miraron para él. A los dos les encantaban los columpios.
 
-El columpio mío- dijo él.
 
-De eso nada- retó ella.
 
Se miraron divertidos, y los dos corrieron al columpio. Evidentemente, ganó Pablo y se sentó primero.
 
-¡Jo!- exclamó Marta con una sonrisa, fastidiada.
 
-Si tantas ganas tienes de subir, sube conmigo- dijo él sonriente. Se había quitado las gafas y se las colocó en la camiseta, y así se apreciaban mejor sus ojos color miel. No estaba de broma lo decía en serio.
 
-Vale- dijo Marta, como "aceptando el reto".
 
Se agarró a las cadenas del columpio, y de un salto, rodeó con su piernas la cadera de Pablo y se sentó sobre sus piernas.
 
-Guau- dijo él con una sonrisa.
 
Sus ojos conectaron. El corazón de Marta comenzó a ir a mil por hora.
 
<<Para de latir tan fuerte>>, ordenó Marta.
 
El columpio comenzó a moverse, y Marta se agarró fuerte a las cadenas. Sus manos rozaban las de Pablo, lo que le hacía que la carne se le pusiera de gallina.
 
-No le des muy fuerte- pidió Marta.
 
-¿Segura?- retó Pablo.
 
-Sí, tengo miedo de caerme, o sea que cuidadito.
 
Pablo sonrió ante eso, y empujó el columpio más y más fuerte cada vez, hasta que el columpio llegó lo más alto que pudo.
 
-¡Pablo, te dije que no te pasaras! ¡Pablo, para!- exclamó Marta.
 
Pablo rió y le siguió dando, hasta que en un momento dado, Marta se sintió caer, y en un acto de reflejos, se agarró fuerte al cuello de Pablo, haciendo que éste parara el columpio en seco. Sus miradas conectaron de nuevo, y la distancia de pocos centímetros que separaba su boca desapareció. Los dos cerraron los ojos y se dejaron llevar por el beso. Si es que hacía apenas cuatro días que se conocían, pero les había servido para dar ya el primer paso. Cuando se separaron sus ojos volvieron a chocar. Pablo le sonrió, y ella lo miró fijamente. Guau. Lo que había sentido en ese beso solo lo sintió con los besos de una persona...
 
-Esto...- empezó a decir. No sabía que decir ni hacer.
 
-¿Tan mal beso?- preguntó él sonriente. Marta adoraba y odiaba al mismo tiempo que fuera así.
 
-No, no- se apresuró a decir ella-. Solo que... Esto... A ver como bajo.
 
<<Genial Marta>>, dijo una voz interior en su cabeza, <<porque no había cosas mejores que decirle>>.
 
Pablo esbozó una sonrisa irónica y le susurró:
 
-Agárrate a mi cuello.
 
Marta obedeció, y él agarró sus piernas, pegándolas a su cadera. Acto seguido se levantó del columpio, todavía sujetándola, y suavemente, fue soltando sus piernas hasta dejarla otra vez en el suelo. Marta aún rodeaba su cuello.
 
-Gracias- dijo ella tímida.
 
Él simplemente sonrió. Había algo en esa chica que le encantaba, pero no sabía lo qué.


1 comentario:

  1. Perfectooo, me ha encantado. Pablo es tan ajdkdjxkskd y Marta es suuper mona la chica. Me encaaanta sigueela

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