domingo, 29 de septiembre de 2013

6- Presentación en el Camp Nou

La tarde transcurrió tranquila para todo el mundo. Marta y Manu estuvieron toda la tarde en su nuevo piso, descansando por el viaje y acostumbrándose a su nueva casa. Clara y Carmen tuvieron sesión de películas, donde se comieron cinco grandes boles de palomitas con mantequilla. Sara llamó a su casa e hizo que su habitación resultara lo más acogedora posible. Cris estuvo con su madre haciendo las compras de principio de curso por el centro de Barcelona. Elena no podía quitarse a Álex de la cabeza, así que se puso a ver los partidos del Barça que su padre tenía grabados, donde salía él. María se quedó en casa leyendo ¡Buenos días, princesa! por milésima vez. Le encantaba ese libro. Pablo respondió a mensajes en Twitter y luego estuvo hablando con Jesús durante tres horas. Álex estuvo dándole vueltas a lo que haría al día siguiente, tenía que ser todo perfecto. Jesús se echó la siesta y habló con Pablo. Julio salió con su mejor amigo de paseo por la ciudad, donde acabó liándose con una amiga de su ex novia. Verónica recibió a Pau para su entrevista, la cual fue muy buena. Paula también leyó, solo que ella leyó Harry Potter, el libro que Marta le había regalado hace tres años, ya que a ella le encantaba, y Nati estuvo feliz viendo vídeos en YouTube, feliz por haber estado toda la tarde con Paula, y feliz porque Marta estuviera lejos, en Barcelona.

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Sábado por la mañana. El despertador interrumpió los sueños de Manu, que ya fantaseaba con su nuevo equipo. Lo apagó medio dormido. Se incorporó poco a poco y se frotó los ojos. Las ocho de la mañana. Ya podía ir espabilando. Resopló, no lo gustaba madrugar, pero ese día o madrugaba o adiós Barcelona. Fue hacia el baño. Allí se duchó, y luego fue a su habitación, donde se vistió. Luego se peinó, se colocó su pelo rubio, ese que tanto enamoraba. Se dirigió a la habitación de Marta, la cual dormía profundamente y la despertó.
 
-¡Arriba! ¡Hoy es mi presentación!
 
Marta gruñó medio dormida, pero hizo el mayor de los esfuerzos para levantarse e ir al baño, mientras Manu bajaba a desayunar. Marta se duchó despacio, y Manu se preparó un gran tazón de cereales de chocolate. Los dos estuvieron listos a las nueve y media.
 
-¿Nos vamos?- preguntó Manu al ver que su hermana ya bajaba lista.
 
-Sí, venga- dijo ésta.
 
Los dos salieron del piso y entraron en el ascensor. Marta pulsó el 0 y el ascensor comenzó a bajar. Se detuvo en el bajo, y los dos salieron del ascensor. Se dirigieron a la puerta, y cuando iban a salir...
 
-¡Esperad!
 
La voz era de Clara, y venía del interfono que había al lado del portal.
 
-Bajamos ahora- dijo Clara, que desde su piso vio a Marta y a Manu por la cámara del interfono-. Queremos apoyarte, Manu.
 
Manu sonrió, y Clara y Carmen bajaron hasta el portal, donde se encontraron con Marta y Manu.
 
-Acababais antes viniendo a nuestro piso y avisándonos- dijo Manu al verlas.
 
-Nos habéis dado un susto de muerte, por lo menos a mí- añadió Marta.
 
-Perdonad, pero es que somos así- rió Carmen.
 
-Ya veo, ya- dijo Manu, y Marta llamó a un taxi, que los recogió y los llevó directos al Camp Nou.
 
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Ya listo. La cresta estaba perfectamente peinada. Pablo cogió su chaqueta, la cual colgaba del perchero junto a la puerta y se la puso sobre un hombro. A continuación, fue hacia el garaje y subió a su Mercedes último modelo, y arrancó al Camp Nou. Era un día soleado, por lo que se puso sus RayBan negras. Condujo hasta llegar a pleno centro de Barcelona, donde recorrió unas calles hasta llegar al Camp Nou. Había bastante gente, todos ellos querían ver al nuevo fichaje del Barça. Fue al aparcamiento del estadio, y allí, camuflado entre la gente, entró al estadio. Allí se notaba más que había mucha gente. El estadio estaba medio lleno, y todos iban con camisetas culés, en las que alguno llevaba su número y su nombre. Se sentó y sacó su iPhone. Empezó a mirar sus WhatsApps, y los respondió a todos pacientemente. Bueno, a casi todos. No tenía ninguna intención de responder a Antonella.
 
******
 
-Venga, vamos, o llegaremos tarde- le dijo Verónica al cámara, mientras ella sostenía el micrófono de Televisión Catalana en la mano.
 
-Ya voy, ya voy- dijo éste, un hombre gordito y calvo.
 
Los dos entraron al estadio y fueron a la zona de periodistas. Verónica sacó su teléfono y marcó el número de su compañero, el cual estaba arriba para comentar la presentación.
 
-¿Estáis listos?- preguntó.
 
-Sí, y tú estate atenta para cuando te pase la conexión- respondió el otro-. Harás un buen trabajo.
 
-Gracias, igualmente- dijo Verónica sonriente, y colgó. Luego, dirigiéndose al cámara, añadió:-. Estate pendiente, ¿vale?
 
El cámara asintió, y Verónica se colocó la melena.
 
<<Tengo que hacerlo bien>>, pensó, <<mi fama depende de ello>>.
 
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-Ahora que Manu ya está con los directivos del Barça, vamos a coger sitio para ver su presentación- le dijo Marta a Carmen y Clara.
 
-¡Sí! Y un buen sitio, a poder ser- dijo Clara.
 
Las tres echaron a andar por el estadio. Cogieron unos sitios muy bien situados, desde ahí se vería a Manu perfectamente. Se sentaron y charlaron mientras no empezó. La voz de los altavoces interrumpió su conversación quince minutos después.
 
-¡Señoras y señores, niños y niñas, prepárense para recibir al nuevo fichaje del Fútbol Club Barcelona!- Un aplauso atronador invadió el estadio-. ¡Con todos ustedes, Manu Rivas!
 
Por el túnel de vestuarios asomó Manu, que iba vestido con la equipación del Barça, con el dorsal número 11. Saludó a toda la grada y luego dio unos pasos más hasta llegar a una plataforma amarilla, con una valla publicitaria de fondo. Empezó a dar unos toques al balón, y al acabar, una chica con un micrófono fue junto a él.
 
-¡Buenos días Manu, y bienvenido a Barcelona!- exclamó.
 
La grada aplaudió y Manu sonrió, mirando a su nuevo público. La chica le pasó el micro a Manu, y éste respondió:
 
-Buenos días, gracias por esta bienvenida.
 
La chica comenzó a hacer preguntas a Manu, de como se sentía por estar en Barcelona, de si estaba contento, cuáles eran sus sensaciones... Lo típico que se pregunta en la presentación de un jugador. Al terminar, Manu se despidió en catalán de su nueva afición, y se dirigió al túnel de vestuarios.
 
Cuando iba a bajar, una guapa periodista lo paró.
 
-Perdona, ¿puedo hacerte unas preguntas?
 
-Claro- respondió Manu sonriente.
 
Verónica comenzó a formular sus preguntas, las cuales Manu respondía con sinceridad y siempre con la mejor de las sonrisas. Cuando terminaron, Manu concedió otra entrevista a otra cadena de televisión, y luego fue a los vestuarios, a ponerse de nuevo su ropa para luego ir a firmar su contrato con el equipo.
 
En las gradas, Pablo se levantó y se dirigió a la salida. Allí encontró a un directivo del Barça, que lo reconoció al instante. Ambos se saludaron, y el directivo entró junto a Pablo a los pasillos que iban a los vestuarios.
 
-Qué bien que estés aquí, así le das la bienvenida al chaval- decía el directivo-. Haz que se sienta acogido, ¿sí?
 
-Vale, ya voy para allá- respondió Pablo.
 
Se quitó sus gafas de sol y se las colocó en la camiseta. Se separó del directivo en un pasillo, y fue hacia los vestuarios. Llegó a la puerta y se apoyó en la pared junto a ella. A los tres minutos la puerta se abrió y salió Manu, completamente vestido. Se llevó la sorpresa de su vida al ver a uno de sus ídolos apoyado en la pared.
 
-Hola- saludó Pablo sonriente.
 
-Ho... Hola- devolvió Manu el saludo.
 
-Bienvenido a Barcelona, estamos muy contentos de que estés aquí- dijo Pablo.
 
-Gracias, y yo de estar- respondió Manu.
 
-¿Tienes ganas de empezar?- preguntó Pablo.
 
-Sí, bastantes.
 
-Me alegro. ¿Estarás mañana en el partido de Liga?
 
-Claro, no me lo perdería por nada- dijo Manu sonriente.
 
-Genial, ¿vas ahora a firmar los contratos?
 
-Sí, aunque acabo enseguida- respondió el rubio.
 
-Y dime, ¿ya conoces la ciudad?
 
-De aquella manera, solo salí ayer a comer fuera- respondió.
 
-Bueno, pues si quieres te la enseño yo, y así de paso conoces gente- propuso Pablo.
 
-Yo encantado, aunque tengo que avisar a mi hermana, que está arriba con unas amigas- aclaró Manu.
 
-¿Tienes una hermana? No lo sabía.
 
-Sí, tiene 18 años- dijo Manu-. Ya la conocerás algún día.
 
-Sí, estaría bien. ¿Vamos? Te acompaño al despacho del presidente- sugirió Pablo.
 
-Vale, vamos.
 
Los dos guapos jóvenes empezaron a andar camino del despacho del presidente culé, mientras hablaban de cosas sin importancia.
 
******
 
-Muy ágil tu hermano con el catalán- rió Carmen, mientras las tres chicas salían del estadio entre la gente.
 
-Hace lo que puede- rió también Marta-. En el avión se fue aprendiendo algo de catalán.
 
-Se nota- opinó Clara-. Es como los niños pequeños hablándolo. ¡Tan monos!
 
-Déjala, siempre está diciendo gilipolleces- rió Carmen por lo bajo.
 
-¿Gilipolleces? ¡Já!- exclamó Clara-. Soy una persona que siempre dice cosas muy inteligentes.
 
-¿Inteligentes para la persona más retrasada del mundo?- se burló Carmen-. Entonces sí, dices cosas muy inteligentes.
 
-Dejadlo ya, anda- dijo Marta aguantando la risa-. Esperamos a Manu fuera y ya.
 
 -Valeeee- dijeron las dos amigas a la vez.
 
Marta sonrió, y las tres, ya fuera, se sentaron en un banco, donde comenzaron a charlar sobre sus vidas, a seguir conociéndose poco a poco.
 
******
 
Uf, no, este no. ¿Y este? Tampoco. ¡Aj! ¡No tiene nada bonito para ponerse ese mediodía! Ya se ha probado todos sus vaqueros, faldas, camisas y blusas. Ahora está con los vestidos. Solo le quedan tres por probar. Se probó uno de flores precioso, que su hermano le regaló el año pasado (con una pequeña ayuda de su madre). Sí, este era perfecto. Ni muy formal ni muy informal. Se calzó unos zapatos marrones y se cepilló su gran melena negra. Elena se miró en el espejo. Todavía se tenía que hacer la raya. Sacó su lápiz de ojos favorito y empezó a dibujarse la raya. Lista, perfecta. Ahora brillo de labios. No, espera. ¿No será muy exagerado? Sí, no, no sabe. Menudo dilema. Mejor no. Ya está lista. Cogió su bolso, donde metió su cartera, el móvil y las llaves, y tras despedirse de sus padres, salió de casa, camino del centro, donde ayer vio por última vez a Álex.
 
******
 
Manu firmó el último contrato y se sacó la última foto. Ya había terminado. Pablo contemplaba la escena apoyado en una pared al fondo de la sala. Tenía las manos metidas en los bolsillos y la cabeza ligeramente inclinada hacia atrás. Manu se levantó y fue junto a él.
 
-¿Todo listo?- preguntó Pablo colocando la cabeza.
 
-Todo listo- confirmó Manu.
 
-Bueno, pues vamos a comer y te enseño Barcelona- dijo Pablo.
 
-Vale, espera, que avise a mi hermana- dijo Manu sacando su iPhone del bolsillo.
 
-Vale.
 
Manu marcó el número de Marta. Se colocó el móvil en la oreja y esperó a que su hermana cogiera.
 
-¡Manu! ¿Ya acabaste?- preguntó ésta al descolgar.
 
-Sí, y acabo de conocer a uno de mis compañeros- respondió Manu-. Me ha ofrecido ir con él a comer y luego enseñarme la ciudad y he aceptado.
 
-Ah bueno, pues ve con él, y así conoces esto- dijo Marta, contenta de que su hermano ya hubiera conocido a alguien.
 
-Vale, pero te veo ahora cuando salgamos del estadio- dijo Manu-. ¿Dónde estáis?
 
-Justo delante de la salida principal.
 
-Vale, nos vemos- se despidió Manu.
 
-Hasta ahora.
 
Los dos colgaron.
 
-Sale ahora con un compañero de equipo- informó Marta a sus amigas.
 
-Oye, yo tengo que ir urgentemente al baño- dijo Clara-. Dale saludos a Manu.- Dicho esto se levantó y volvió corriendo dentro del estadio.
 
-Será retrasada...- murmuró Carmen-. Oye, yo voy a comprarme un perrito, ¿quieres uno?
 
-No, gracias, espero a Manu- respondió Marta.
 
-Pero te cojo uno, mujer- insistió Carmen.
 
-No hace falta, en serio- rechazó Marta de nuevo.
 
-Bueno, allá tú.
 
Carmen también se marchó. Marta se quedó sola. Sacó el teléfono del bolsillo y abrió el WhatsApp. Tenía 100 mensajes del grupo de clase del instituto. Se rió al leer las bromas que algunos escribían. Los echaba de menos. Apagó el móvil y lo guardó de nuevo en el bolsillo. Por la puerta del estadio, vio a su hermano salir solo, mirando su móvil. Marta se levantó del banco y fue junto a su hermano.
 
-¡Hola! ¿Y tu amigo?
 
-Viene ahora- respondió Manu-. ¿Y las tuyas?
 
-Una meando y la otra comiendo- rió Marta.

-Que fina, hermanita- bromeó Manu.

-Ya ves- rió de nuevo la chica.

-Bueno, pues eso, ¿tienes dinero?- preguntó Manu poniendo cara de cachorrito.

-Sí, sí que tengo, pero no te voy a dar- rió su hermana, evitando mirarle, ya que siempre cedía ante aquella cara.

-Venga, porfa, no me hagas quedar mal el primer día- pidió Manu.

-No.

-Porfaaaaaa.

-No.

-Porfaaaaaaa.

-Que no.

-Porfaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa.

-Vaaale- accedió al fin Marta.

Abrió su bolso y de su cartera sacó 50 euros.

-Me los devuelves, más intereses- dijo antes de dárselos.

-Hecho- dijo Manu cogiendo el dinero y guardándolo en el bolsillo.

-No tienes remedio- dijo Marta.

-Pues no.

-¡Manu!- Una voz sorprendió a los hermanos desde detrás del chico.

Pablo caminaba hacia ellos revolviendo su granizado.

-Hola, Pablo- saludó Manu.

Al llegar junto a ellos, Pablo levantó la cabeza y miró hacia Manu, y luego hacia su acompañante.

Marta miraba a Pablo pasmada.

Pablo se quedó mirando a Marta, y esbozó una pequeña sonrisa.

-Hola- saludó sin dejar de mirar a los ojos de la guapa acompañante del nuevo.

-Hola- saludó Marta, que no expresaba ninguna emoción en la cara.

-Ah sí.- Manu decidió intervenir, vio lo incómoda que estaba su hermana-. Pablo, esta es mi hermana Marta, y Marta, este es Pablo.

Pablo levantó un poco las cejas.

-Encantado- dijo, con la más seductora de sus sonrisas.

-Igualmente- respondió Marta.

-Bueno, esto... ¿Nos vamos?- interrumpió Manu.

El contacto visual entre Marta y Pablo se cortó, ya que ambos miraron a Manu.

-Sí, vamos- dijo Pablo, y luego, dirigiéndose de nuevo a Marta, añadió:-. Adiós, y encantado.

-Adiós, igualmente- fue lo único que consiguió decir Marta.

-Adiós, Marta- se despidió Jorge.

Los dos chicos echaron a andar, dirección que solo Pablo sabía, dejando allí plantada a Marta, que no quitaba la vista de encima de aquel chico que iba con su hermano.

5- Arreglando compromisos

-Can Barça está algo lejos, habrá que coger el bus- informó Clara.

-Vale, dime cual es y así ya lo cojo siempre- pidió Manu.

Clara le dijo a Manu la línea que llevaba a Can Barça, y tras cinco minutos de espera en la parada, los dos lo cogieron. Se sentaron en los asientos más hacia el fondo del bus, y empezaron a charlar. Clara le contó a Manu que a principios de verano consiguió convencer a sus padres de que la dejaran ir a vivir con Carmen, y que a las dos les va muy bien. Manu le contó a Clara sus inicios en el fútbol, y como fue cuando lo llamaron para ir a Barcelona. El autobús paró donde ellos querían ir y bajaron. Se dirigieron a la puerta, y los hombres que estaban en ella reconocieron a Manu, por lo que lo dejaron pasar. Antes de entrar, le indicaron el camino al despacho del presidente. Siguieron sus indicaciones y entraron tras llamar a la puerta.

El presidente estaba sentado en su mesa, trabajando con unos papeles. Al ver a Manu en la puerta se levantó a recibirlo.

-¡Manu! ¡Que alegría tenerte ya aquí! Pasad, sentaos- les hizo un gesto para que entraran-. Ya veo que te traes a tu novia contigo.

-¡No!- exclamaron los dos a la vez.

-Somos amigos- aclaró Manu-. Aún nos conocimos hoy.

-Ah, bueno, pues perdonadme, pero permitidme decir que hacéis muy buena pareja- dijo guiñando el ojo-. Pero vayamos a lo que habéis venido. Manu, mañana será tu presentación a las once de la mañana en el Camp Nou, o sea que debes estar allí a las diez.- Manu asintió-. El siguiente partido del equipo será el domingo por la tarde aquí, en Barcelona, pero supongo que no lo jugarás por falta de entrenamientos. Quizás el siguiente ya lo juegues. Tu primer entrenamiento será el lunes por la mañana, a las diez y media para ser exactos. Supongo que te integrarás bien porque tenemos una plantilla joven y los chicos son muy sociables.

-Eso espero, estoy muy contento de estar aquí- dijo Manu sonriente.

-¡Y nosotros de que estés aquí, no lo dudes! Creo que serás una gran aportación, ya que carecemos de lateral izquierdo titular- apuntó el presidente-. Y bueno, el contrato y eso lo firmarás mañana frente a las cámaras, ya sabrás como va, ¿no? Sales al campo, haces unos toques, respondes a algunas preguntas, das un discursillo y luego firmas y te vas. Fácil, creo yo.

-Sí.

-Bueno, pues quedamos así, mañana nos vemos Manu- dijo el presidente levantándose y dándole la mano a Manu-. Adiós, señorita- dijo dando dos besos a Clara.

-Hasta mañana- se despidieron los dos, y salieron del despacho, cerrando la puerta tras ellos.

-Sí que están contentos de tenerte- rió Clara.

-Me sorprendió hasta a mí- rió también Manu-. Tengo la sensación de que me va a ir muy bien aquí.

-Ya verás como sí, palabra de Clara.

Manu la miró y sonrió. Le gustaba esa chica, era alegre y sincera, justo como le gustan a él.

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-Ya llegamos al Campus- dijo alegremente Carmen-. Ahora solo queda ir a la facultad de Mates.

-Pues tú me dirás donde está, porque yo...- rió Marta.

-Aunque no te lo creas estamos en las mismas- dijo Carmen-. Solo vine una vez a la facultad de Derecho y es la primera.

-Pues habrá que preguntar- sugirió Marta-. Por ejemplo a ese que va por ahí.

Marta señaló a un chico con pintas de empollón, que seguramente sabría donde estaba la facultad que andaban buscando.

-Sí, tiene pinta de saberlo- reconoció Carmen, y luego comenzó a llamar al chico mientras corría hacia él:-. ¡Eh, tú! ¡Espera!

El chico, el cual parecía ir en su mundo, levantó la cabeza sobresaltado, y se llevó una sorpresa al ver a dos chicas guapísimas ir corriendo hacia él.

-¿Yo?- preguntó mirando a todos lados.

-Claro, ¿ves a alguien más por aquí?- dijo simpática Carmen.

-No- respondió-. ¿Qué pasa?

-¿Podrías indicarnos donde está la facultad de Matemáticas?- preguntó Marta, la cual acababa de llegar junto a su amiga y el chico.

-Sí, claro- dijo. Carraspeó, se colocó las gafas y luego señaló en una dirección:-. ¿Veis esa con la fachada roja? Esa es.

-Graciaaas- dijeron las amigas al unísono, y echaron a correr a la facultad.

En cuanto llegaron, entraron por la puerta que según ellas era la principal. Corrieron a recepción, y allí ya les dieron toda la información que necesitaban.

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Hoy al despertar no estabas, donde te metiste? besos

Julio suspiró. No le apetecía darle explicaciones a nadie, y menos a esa chica con la que solo había pasado una noche y no se acordaba ni de su nombre. ¿Raquel, Marlén? Ni idea. Dejó su móvil a un lado y se tumbó boca arriba en la cama. Le gustaba ser así, pero había veces en las que le gustaría volver a aquellos días en los que sus besos y abrazos eran solo para una chica, la cual todavía era dueña de sus pensamientos.

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-Serán seis con noventa y nueve, por favor.

Se sacó un billete de cinco euros y una moneda de dos del bolsillo y se lo entregó a la dependienta. Ésta abrió la caja registradora y guardó el dinero que Álex le acababa de dar, y luego sacó una moneda de un céntimo, que Álex se guardó en el mismo bolsillo donde se había sacado el dinero de la camiseta.

-¿Le sacas la etiqueta?- preguntó, tendiéndole la camiseta a la dependienta.

La joven sacó unas tijeras enormes y le sacó la etiqueta, tal y como el apuesto chico sin camiseta le había pedido. Álex dio las gracias y se puso la camiseta, para luego salir junto a Elena de Zara.

-Como te miraba- comentó Elena.

-Todas me miran así, acostúmbrate- bromeó el futbolista.

-Claro, claro, chulito- rió Elena.

-No es ser chulito, es ser realista.

-Eres Ronaldo 2.

-Graciaas- ironizó Álex-. Vamos a comprar un llaollao, que antes de que me lo tiraras encima me iba a comprar uno.

-Te lo repito, lo sieeento. Y te debo seis con noventa y nueve- añadió.

-Y dale, que no me debes nada- repitió Álex por milésima vez.

-Pero...

-Que no me debes nada- interrumpió con una sonrisa-. No me debes ni un solo céntimo.

-Tú ganas- se rindió al fin Elena.

-Así me gusta- sonrió Álex-. Por cierto, irás a vernos el domingo, ¿no?

-Si tuviera dinero...

-Te compro yo la entrada, no te preocupes- dijo Álex tranquilo.

-No voy a dejar que gastes un solo céntimo más por mí- dijo Elena-. ¿Oíste? Ni uno.

-¿Ni uno?- preguntó Álex alzando una ceja.

-Ni uno- sentenció Elena.

-Bueeno, pues entonces ya no te invito a comer mañana conmigo- dijo Álex pasando a Elena y alejándose de ella.

Elena no se lo esperaba. ¿Comer con él? ¡Claro que comería con él! Y desayunaría, cenaría, merendaría, hasta tomaría el aperitivo con ese chico.

-¡Espera!- exclamó Elena, haciendo que Álex parara y se girara sonriente, ya que ya se esperaba esa reacción-. Puedo ir a comer contigo, pero pago yo.

-No me vale, tengo que pagar yo- insistió Álex sonriente, clavando su mirada pícara en la de Elena, la cual lo miraba fijamente. Y claro, Elena no iba a ser una excepción en cuanto a caer rendida ante la mirada del futbolista, así que acabó accediendo:

-Está bieen... Pagas tú.

-Así me gusta. Nos vemos mañana aquí a las dos- sentenció Álex, el cual se giró y echó a andar, dejando a Elena parada en medio de la calle, todavía flipando porque al día siguiente iba a comer con uno de los futbolistas más guapos del mundo.

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Ya está, últimos retoques y lista. Ya no se notaba que había estado llorando toda la noche. Bajó las escaleras y se sentó a esperar a que Nati llegara. Siempre era muy puntual, así que no le sorprendió escuchar el timbre a las cinco en punto. Fue a abrir y allí se encontró a Nati sonriente, lista para pasar toda la tarde junto a su mejor amiga.

-¿Nos vamos?- preguntó alegremente.

-Venga- dijo Paula algo triste, cerrando la puerta tras ella.

Salieron a la calle, y de allí se dirigieron al llaollao.

<<Joder, aquí solía venir con Marta>>, pensó Paula, <<siempre se pedía las combinaciones más extravagantes y yo me reía de ella llamándola cerda>>.

Aguantó las ganas de llorar, y una vez dentro, las dos pidieron.

-Yo quiero uno natural con crema de chocolate y uvas- pidió Nati.

El empleado se lo preparó y se lo tendió. Luego, le tocó el turno a Paula. Iba a rendir homenaje a su amiga, así que pidió lo más asqueroso que vio, ya que invitaba Nati...

-Yo quiero uno de mango, con coco rallado, crema de chocolate, caramelo líquido, nubes, cookies, y naranja troceada.

Tanto Nati como el empleado pusieron cara de asco, y el empleado comenzó a preparar la extraña petición de aquella chica. En cuanto se lo dio, Nati pagó los dos helados y fueron a sentarse a una mesa en la terraza.

-¿Y esa asquerosidad?- preguntó Nati señalando al helado de Paula.

-Es un helado, y bien bueno que está- respondió, diciendo tal cual decía Marta siempre.

-Ah.- Nati puso cara de asco, pero decidió no darle importancia. Decidió pensar en positivo, todo le iba bien, estaba con Paula en una heladería con Marta a cientos de kilómetros de ellas. Nada podía salir mal.

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El Porche frenó delante de una mansión. Pablo se bajó de él tras despedirse de Jesús, y fue hacia la puerta. Entró y decidió ir a relajarse un poco a su habitación. Se echó sobre la cama y encendió la enorme televisión que colgaba de la pared. Empezó a hacer zapping, pero lo único interesante que había eran los deportes de Televisión Catalana. Verónica Gutiérrez lucía maravillosa, sentada en su mesa con el portátil delante.

-Y Manu Rivas ya está en Barcelona. Llegó esta mañana, antes de lo previsto, y ya se ha pasado por Can Barça a hacer una visita, pero su presentación será mañana a las once en el Camp Nou, en directo desde Televisión Catalana.

<<La presentación del chaval es a las once, a lo mejor le viene bien que vaya a darle la bienvenida>>, pensó Pablo. <<Sí, lo mejor será ir a hacerle una visita>>.

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Entrevista terminada y aprendida. Ya estaba lista para recibir esa noche al jugador de baloncesto. Ahora le tocaba preparar un poco su visita de mañana al Camp Nou. Verónica sacó un folio de su escritorio y de su lapicero cogió el boli que se había comprado en Alemania. Comenzó a escribir algunas preguntas para hacerle al nuevo futbolista. Tras media hora de duro trabajo terminó. Perfecto. Dejó el boli en su sitio y movió un poco la mano, que se le había cansado de tanto escribir. Se levantó y se dirigió hacia la oficina del director a enseñarle la entrevista que acababa de preparar. Quería demostrarle que entendía de fútbol, así a lo mejor le mandaba hacer alguna entrevista a otro jugador de fútbol.
 
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El lunes empieza la facultad. Tenía que ir preparando las cosas. Sara echó un vistazo a la que sería su habitación los próximos nueve meses. Era espaciosa, perfecta para ella. Empezó a deshacer las maletas y guardó sus innumerables piezas de ropa en el armario. Luego fue el turno de sus zapatos. Unos 30 pares aproximadamente. Uno para cada día del mes, claro, ella no podía repetir. En Bilbao la reconocían por su estilo único, y en Barcelona no iba a ser diferente. Ahora solo esperaba que una cosa fura distinta, ¿sería allí la chica a la que todos los chicos quieren? El tiempo lo dirá.

domingo, 22 de septiembre de 2013

4- llaollao servido en camiseta

Elena se puso sus pantalones rosas favoritos, esos con los que todo el mundo le decía que estaba guapísima. Por arriba se puso una blusa blanca preciosa, que la hacían ver muy guapa y madura. Se calzó sus habituales bailarinas y cogió su bolso. Antes de salir de casa, se colocó la larga melena castaña, casi negra. Ya en la calle, se dirigió hacia la zona de restaurantes. Entró en el Burguer King y se cogió una Long Chicken con patatas y una CocaCola. Lo guardó todo en la bolsa que le dieron y salió del establecimiento. Se dirigió al parque más cercano y allí se sentó en un banco a comerse la hamburguesa. La comía poco a poco, cuidadosamente, bajo la atenta mirada de una pareja de señores sentada en el banco de enfrente. Elena se dio cuenta, pero prefirió pasarlo por alto.

Al terminar, tiró las bolsas en una papelera y decidió ir a comprarse un llaollao de postre.

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La camarera pasaba constantemente junto a su mesa, lo que ponía de los nervios a Álex.

<<¿Cuánto tiempo va a estar así? Me siento observado>>. Y para colmo, Jesús y Pablo no dejaban escapar la oportunidad de vacilar a su amigo con el tema, lo que ponía aún más de los nervios a Álex. 

Álex se sintió en el cielo cuando la comida acabó y pudo librarse por fin de la camarera pesada.

-¡Yo os juro que os mato!- les gritó a sus amigos-. ¡Esperad a que tenga oportunidad de devolvérosla!

-No te preocupes, no somos como tú- rió Jesús-. ¿Vienes en coche?

-No, me iré yo solo andando- refunfuñó.

-Tú verás- rió Pablo, y los dos fueron hacia el coche, dejando a Álex solo para ir a su casa.

Echó a andar con las manos metidas en los bolsillos, pensativo.

<<Por culpa de esos dos anormales no he podido comer bien y me he quedado con hambre>>, pensó, <<iré a comprarme un llaollao>>.

Y solo, caminó por las calles de Barcelona, camino del único establecimiento que había de eso.

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-Delicioso- dijo Manu dejando su cuchillo y su tenedor sobre el plato-. De las mejores comidas que he tomado.

-¿Viste como teníamos razón?- dijo triunfante Clara.

-Vi- rió.

-¿Qué vais a hacer por la tarde?- preguntó Carmen.

-Yo tengo que ir a la oficina del presidente del Barça- respondió Manu.

-Y yo tengo que ir a la Universidad para concretar todo- respondió Marta.

-¿Sabéis donde quedan?- preguntó de nuevo Carmen.

Los dos hermanos se miraron. Ni idea. No sabían donde estaban.

-No- dijeron a la vez.

Las dos amigas rieron.

-Si queréis una acompaña a uno y otra acompaña a otro, así no os perdéis, ¿qué os parece?- sugirió Clara.

-Muy bien, yo es que si no me pierdo- dijo Marta.

-Bueno, pues yo voy contigo y que Clara vaya con Manu- dijo Carmen mirando a Clara divertida.

<<Yo es que la mato>>, pensó Clara.

-Por mí vale- dijo Manu sonriente-. Pagamos y nos vamos.- Empezó a sacar la cartera del bolsillo, pero Clara lo interrumpió.

-¡No! ¡Deja! Guarda la cartera. Invitamos nosotras, y ya tú a cambio nos llevarás a la gala del Balón de Oro contigo, ¿trato hecho?

-Ya que nunca iré a una gala de esas, trato hecho- rió Manu.

-Sí irás, y quedarás primero- dijo Carmen sacando su cartera del bolso.

-No creo qu...

-¡Calla! ¡Quedarás primero como que me llamo Clara Martínez!

-Lo que tú digas- rió.

Pagaron y los cuatro salieron del restaurante. Se separaron y cada uno se dirigió a su destino.

******

Aquí. El llaollao. Elena se puso a la cola. Había una cantidad considerable de gente, pero al fin le llegó el turno. Escogió uno de nata con crema de chocolate y avellanas. Pagó y con la cuchara, cogió un poco de su helado. Iba tan concentrada en él, que no vio venir a un chico delante de ella. Los dos chocaron, y el llaollao de Elena acabó aplastado en la camiseta del chico.

-¡Me cago en tu madre! ¡Mira por donde vas, joder!- exclamó Álex furioso.

-Lo siento...- dijo Elena casi al borde del llanto-. Lo siento...

-¡Sí, claro, lo sientes! ¡Ahora me compras otra cam...!- levantó la cabeza y se calló de golpe al ver a Elena delante de él casi llorando. Le pareció una chica muy guapa, y de repente se sintió mal por estar gritándole, así que suavizó el tono de voz y dijo:-. Ey, no llores. Las chicas guapas no lloran.

-No iba a llorar, pero es que lo siento mucho- se disculpó de nuevo Elena.

-No es nada, en serio, me has ahorrado comprarme un helado- bromeó.

Elena sonrió. El chico era guapo, y parecía simpático, a pesar de haberle gritado.

-Soy Álex, por cierto- se presentó.

-Yo Elena, no sé por qué, pero me suenas...- dijo Elena mirándolo pensativa.

-Bueno, no todos le tiran el helado encima al centrocampista titular del Barça- dijo Álex.

-¡Es cierto! Álex Pazos, ¿no?

-Eso es. Ahora a ver que hago yo con esto.

-Repito, lo siento mucho- se disculpó de nuevo Elena.

-Nada, voy a comprarme una camiseta- dijo Álex-. Solo que no sé si ir así o quitármela.

-¿No tendrás frío?- se preocupó Elena.

-Si tengo frío con 32 grados es que estoy enfermo- sonrió Álex, y acto seguido se quitó la camiseta, dejando al descubierto su cuerpo perfecto. Elena se quedó embobada mirándolo. Había oído que esos chicos eran espectaculares, pero no imaginaba que tanto. Álex se dio cuenta, pero prefirió no decir nada para no ponerla en una situación incómoda, y él ya sabía lo mal que se pasaba-. Iré a Zara, ¿te vienes?

-Claro, te la compro yo- se ofreció Elena.

-Que no hace falta.

-Sí hace, te tiré el helado por encima- repitió Elena.

-Que te digo que no, fue un accidente.

-Pero si te pusiste a gritar como un poseso- replicó Elena.

-Porque pensé que eras un tío, no puedo obligar a una chica a comprarme una camiseta- se disculpó Álex.

-No es obligarme, me ofrezco yo.

-Por última vez, no hace falta, y punto- Álex sonrió y entró en Zara, ya que llaollao y Zara quedaban justo al lado-. Busca una camiseta bonita, barata, y que combine con éstos pantalones.

-Vale, pero estoy enfadada porque no me dejas pagar- dijo Elena empezando a mirar.

-Pero se te pasa enseguida, ya verás- dijo Álex pícaro.

Pero Álex tenía una sensación por dentro distinta, y, no sabía por qué, solo sabía que no quería fastidiarla con aquella chica.

3- Comiendo con estrellas

-Encantada de conoceros- dijo Marta ante aquella inesperada visita-. Yo soy Marta, y él es mi hermano Manu.

-Encantadas, yo soy Clara- dijo la de los ojos verdes bajita-, y ella es mi mejor amiga, Carmen.

-¿Cuándo llegasteis?- preguntó Carmen.

-Hace una hora- respondió Manu.

-¿Entonces no comisteis?- preguntó Clara. Los hermanos negaron con la cabeza-. ¿Por qué no os venís a comer con nosotras y así conocéis la ciudad?

-Vale, estará bien- respondió Marta-. ¿Por qué no pasáis?

-Valee- dijeron las dos a la vez-. Guaaau.

Carmen y Clara quedaron con la boca abierta al ver el apartamento de sus nuevos vecinos.

-Yo también dije guau- rió Manu sentándose en el sofá.

-Es que es para decir guau- dijo Clara sentándose junto a él.

Marta y Carmen la imitaron, y la segunda preguntó:

-¿Y qué os trae por Barcelona?

-Pues yo vengo a estudiar a la Universidad y él es el nuevo fichaje del Barça- respondió Marta como si tal cosa.

Las dos amigas dirigieron su mirada a Manu.

-¿Manu Rivas?- preguntó Carmen. El futbolista asintió-. ¡Ya decía yo que me sonabas!

-Es que perdona que te diga, pero eres más guapo en persona que en la tele- rió Clara.

-¿Gracias?- dijo Manu medio riendo.

-En serio, yo creo que estás mejor en la realidad- añadió Carmen-. Pero vamos a callarnos, que lo estamos poniendo en una situación incómoda. Y tú- dijo dirigiéndose a Marta-, ¿que vas a estudiar?

-Matemáticas- respondió.

-Esa es difícil- comentó Clara-. Yo Periodismo. Ya te entrevistaré algún día, Manu.

-Ya lo estoy viendo- bromeó Manu.

-Yo voy a estudiar Derecho- intervino Carmen-. Las dos empezamos el lunes.

-Como yo, ya nos veremos- dijo Marta.

-Podemos comer juntas- propuso Clara-. Así nos conocemos mejor.

-Estaría genial- dijo Marta, contenta por haber hecho amigas tan rápido.

-Perfecto- añadió Carmen.

Durante la siguiente media hora, los cuatro estuvieron hablando, y Marta, Clara y Carmen empezaron a conocerse mejor, dándose cuenta de que estaban hechas para ser amigas.

******

-Vamos a comer fuera- propuso Álex secándose el pelo con una toalla, tapado solo con otra toalla atada alrededor de su cintura.

-Vale, ¿dónde?- preguntó Pablo, el cual también se secaba el pelo, solo que él llevaba los pantalones.

-Podemos ir al sitio al que fuimos el otro día, me gustó mucho- sugirió Jesús, el cual se estaba poniendo su camiseta.

-No, ahí no, que salí con la camarera y no quiero volver a verla en mi vida- se quejó Álex.

-Pues yo quiero ir ahí, ahora te aguantas, por ser tan putón- rió Pablo.

-Voto por lo que dijo Pablo- apoyó Jesús.

-Pues como esa chica me acose de nuevo, la culpa será vuestra- refunfuñó Álex.

-Eso te pasa por follártela y luego no volver a llamarla nunca- dijo Jesús.

-Siempre decís lo mismo, y ya veis lo bien que me va- dijo Álex comenzando a vestirse.

-Y luego te enamorarás y nos vendrás llorando por las noches- rió Pablo.

Como respuesta recibió la toalla con la que Álex se secó el pelo en la cara.

-¡Au! ¡Es que es cierto, tío!- se quejó Hernández.

-Calla, Hernandito, o te callo yo- dijo Álex poniéndose la camiseta.

******

Sacó el álbum de fotos de su estantería. La estantería donde guardaba todos sus recuerdos. Lo abrió por la primera página. Ahí estaba ella, antes de ponerse las gafas sonriente, en la playa, al lado de su hermano. Debía tener once años en esa foto o así. La siguiente foto era con su mejor amiga, la cual se había mudado hacía tres años a Argentina, lo que no permitía que pudieran hablar a menudo. Estaban en su cumpleaños comiéndose alegres un trozo de tarta de chocolate. La siguiente era del día de Carnaval en clase. Ella iba con su mejor amiga de hippie, y estaban detrás del chico que le gustaba, que iba con sus amigos vestidos de señoras mayores. La profesora estaba sonriente, disfrazada de india. Siguiente foto. La primera vez que fue a un parque de atracciones. Estaban ella y su madre en la cola de una montaña rusa, su madre con cara de aburrimiento por esperar tanto y ella feliz por subir a aquella atracción.

María cerró el álbum. Acababan de llamarla para ir a comer. En tres días empezaba la Universidad, lo que le inquietaba una barbaridad por dentro. Esperaba encajar en algún grupo, porque desde la marcha de su mejor amiga ella siempre ha sido una persona solitaria.

******

El camarero tomó nota y se metió en la cocina.

-Qué olor... Ya me estoy muriendo de hambre- dijo Marta.

-Si es que eres una tragona- replicó su hermano.

-Marta tiene razón, a mí ya me ruge la barriga- dijo Carmen dándose una palmada en el vientre.

-Solo sirven una cosa, por lo que tendrán que traernos la comida al instante, ¿no?- dijo Clara mirando la carta.

-Supongo- dijo Manu.

No se equivocaban. El camarero apareció al segundo con cuatro platos de barbacoa con patatas fritas y chorizo, y dejó uno delante de cada uno de los adolescentes.

-Que pinta- comentó Marta.

-Y que olor- añadió Clara.

-Se me hace la boca agua- dijo Carmen.

-Pues comed- dijo Manu, el cual ya había empezado.

Las chicas no se hicieron insistir y cada una dio un bocado a su plato.

-Ya podían hacer en las cafeterías comidas así- dijo Carmen-. Lo que nos espera el lunes.

-Ni me lo recuerdes- dijo Clara-. Mejor disfrutamos de esto y luego hablamos de eso. O no.

Marta sonrió ante el comentario de Clara. Según le habían contado, eran mejores amigas desde los cinco años, pero siempre estaban dispuestas a recibir más gente, estaban solteras (clara indirecta a Manu) y habían sacado Bachillerato con buenas calificaciones. Parecían buenas chicas, y poco a poco iba confirmando su teoría. Le gustaban, sí.

******

-Llegamos- dijo Jesús tras aparcar en el párking del restaurante.

-Que nervios- dijo Álex desde el asiento trasero.

-Calla y sé un hombre- rió Pablo bajando del coche.

Los tres amigos bajaron del vehículo y fueron a la entrada del restaurante. No pasaron desapercibidos, se pusieron a firmar camisetas a los niños y a sacarse fotos con los adultos y los jóvenes. Cuando terminaron, el camarero les llevó a su mesa. Se sentaron y comenzaron a mirar la tarta.

-Yo lo de siempre- dijo Álex tras mirar la carta tres segundos.

-Yo un filete- dijo Jesús.

-Yo también- dijo Pablo-. Ahora a esperar a la camarera. Ojalá sea la ex de Álex.

-Calla ya con eso, me voy a meter en un lío- dijo el de rizos poniendo mala cara.

-¿En un lío por qué?- preguntó Jesús.

-Porque va a pasar por aquí constantemente, mirándome en plan "a ver por qué coño no me has llamado" y si tiene ovarios, viniendo aquí a tocarme las narices- respondió Álex.

-Ya te lo dijimos- canturreó Jesús.

Álex iba a responderle, pero una preciosa camarera se paró justo delante de su mesa, sin dejar de mirar su libretita.

-¿Qué van a tomar?- preguntó, y levantó la mirada de la libreta para ver a sus clientes. Se le abrió ligeramente la boca al ver a Álex sentado de mala manera en la mesa, mirando para ella-. Álex- susurró.

Pablo y Jesús estaban divertidos ante aquella situación incómoda de su mejor amigo y la camarera. Se miraron, y Pablo comenzó a pedir.

-Dos filetes con patatas y lo de siempre para él- dijo señalando a Álex divertido.

-Y...- Carraspeó, incómoda-. ¿Qué es lo de siempre?

-Que lo diga él- dijo Jesús.

-Aunque no es de esos, que comen lo de siempre- dijo Pablo riendo con doble sentido.

Álex estaba que se moría. Sus amigos no ayudaban mucho en aquella situación. La camarera, por su parte, también estaba avergonzada, y miró a Álex en busca de una respuesta a su pregunta.

-Yo... Quiero... Esto... Espaguetis- dijo al fin Álex.

-Bien.- La camarera salió corriendo de allí y se metió en la cocina.

Cuando estuvo dentro, Pablo y Jesús estallaron en carcajadas, haciendo que Álex los fulminara con la mirada.

-Seréis cabrones- dijo-. Gracias, ¿eh?

-De nada, hombre- dijo Jesús, todavía riendo.

-Vaya situación más embarazosa- rió Pablo, y él y Jesús chocaron las manos.

2- Nueva casa

-¡Bienvenidos a Barcelona!- exclamó la azafata, que fue por el medio del pasillo gritando lo mismo en cinco idiomas.

Marta y Manu desabrocharon sus cinturones y bajaron. Lo primero que hicieron fue coger un carro donde llevar sus maletas, y luego fueron a por ellas.

-Los del Barça hablaron con papá ayer por la noche y dijeron que nos enviarían un chófer- informó Manu-. Es un tío con un cartel y nuestro nombre.

-Pues nos va a costar lo suyo encontrarlo- dijo Marta mirando hacia una fila de señores con un cartel cada uno-. Hay tres Rivas.

-Joder, la llevamos clara- se quejó Manu-. Bueno, supongo que ya me reconocerán.

Agarró sus maletas feliz y decidido, y no se equivocó. Tres chicas de más o menos la edad de Marta, una de ellas con la camiseta del Barcelona, se acercaron a él y le pidieron un autógrafo. Acto seguido se sacaron un par de fotos y se fueron contentas. Ya tenían lo que querían. Eso ayudó al chófer de Marta y Manu a reconocerlos, y se acercó a ellos.

-Perdonen, ¿Manuel y Marta Rivas?- preguntó.

-Exacto- respondió el chico.

El señor sonrió.

-Síganme- dijo. Los tres echaron a andar, y llegaron a un gran coche. Guardaron las maletas en el maletero (muy espacioso) y el conductor les llevó a su casa, de la cual ya sabía la dirección por cortesía, como no, de sus padres.

Al llegar bajaron las maletas, le dieron las gracias al conductor y éste se marchó. Marta sacó del bolsillo las llaves que les había dado su padre y abrió el portal. Era un edificio muy bonito, con un vestíbulo muy grande y espacioso. Llevaron las maletas hasta el ascensor.

-Marta, deberíamos hacer dos viajes- dijo Manu-. Creo que tus maletas pesan tanto como el límite.

-Ja, ja, muy gracioso, hermanito, pero vale.

Marta metió las maletas en el ascensor y pulsó el 7, el ático. El ascensor subió lentamente, probablemente por el peso de las maletas, y las puertas se abrieron al llegar al séptimo. Séptimo B. Marta se dirigió hacia la puerta y giró las llaves para abrirla. Se quedó con la boca abierta. Era un piso muy espacioso. Un dúplex, para ser más exactos. Metió dentro sus maletas y las dejó a un lado, sin cerrar la puerta, para que cuando llegara su hermano supiera cuál era el piso. Comenzó a contemplar todo. Una cocina muy completa, bonita y moderna, un salón con un ventanal delante con el que se podía ver todo Barcelona, un recibidor muy acogedor, un comedor muy espacioso y un baño muy lujoso.

<<No sé cuánto les habrá costado, pero más de 100.000 seguro>>, pensó Marta.

En ese momento apareció su hermano por detrás.

-Guau- dijo al ver el apartamento-. ¿Seguro que es aquí?- bromeó.

-Seguro. Guau, si esto es lo de abajo, cómo será lo de arriba- dijo Marta ayudando a Manu a meter sus maletas y luego cerrando la puerta.

-Ya te digo, estoy deseando verlo.- Y sin más, Manu corrió escaleras arriba.-. ¡Marta, mira esto!

Marta subió las escaleras. Había tres habitaciones, dos baños y otra habitación que era como un lugar para estar, donde había una puerta corredera de cristal que daba a una terraza. Manu estaba en una puerta, la que era su habitación. Era muy bonita y amplia. Había una gran cama en el centro, y un montón de muebles que Manu terminaría de decorar a su gusto.

Marta se dirigió a lo que iba a ser su habitación. Si antes le daba pena marcharse de su ciudad, ahora se le había pasado totalmente después de ver su nueva casa.

-¡Voy a por mis maletas y empiezo a deshacerlas!- exclamó bajando las escaleras.

-Suerte- rió Manu desde su habitación.

Marta puso los ojos en blanco y comenzó a subir las maletas. Era un trabajo muy duro, y eso que había empezado por la más pequeña.

<<Voy a contratar transportadores de pianos para que me suban esto>>, pensó arrastrando las maletas.

Tras diez minutos de esfuerzo, consiguió subir todas sus cosas a su habitación. Empezó a deshacer las maletas, a guardar todo en los armarios, cómodas... Estuvo otra media hora, y al fin terminó. Decidió ir a darse una ducha, y luego si eso iría a comer con Manu.

******

-Bien, chicos, esto ha sido todo por hoy, mañana nos vemos- sentenció el entrenador.

Los jugadores del Barça se retiraron a los vestuarios. Pablo iba con Álex y Jesús comentando el día y lo que harían por la tarde. Llegaron todos al vestuario, y los jugadores comenzaron a prepararse para ir a las duchas entre bromas y gritos. Entre ellos siempre estaban llamándose gordos, y diciéndose que había que hacer más ejercicios, pero todos sabían que los cuerpos de algunos eran inmejorables, entre ellos los de Jesús, Álex y Pablo. Los tres se quitaron las camisetas casi a la vez, dejando al descubierto tres cuerpos muy bien trabajados. Pectorales duros y tabletas de chocolate perfectas. Los brazos musculosos, pero sin pasarse, el sueño de cualquier chica. En lo único que eran distintos era en el tono de piel. Álex era más blanco, Jesús era también blanco y Pablo tenía colorcillo del bronceado. Los tres se metieron en las duchas. Bajo el agua caliente, Pablo suspiró. Hacía una semana que lo había dejado con su novia, la modelo Antonella Rodríguez. Demasiada perfección en el físico, pero su personalidad le hacía perder todos los puntos que su cuerpo le daba. No le había afectado mucho la ruptura, le afectaba que los medios lo acosaran con el tema, y echaba de menos tener a alguien a quien abrazar, darle su cariño.

******

Llamaron a la puerta. Carmen y Clara se miraron a la vez. Empezaron una pequeña guerra con la mirada para ver quien iba a abrir. Carmen ganó, y Clara fue hacia la puerta, rezando para que no fuera ninguno de sus admiradores. Tuvo suerte, quien estaba delante era la señora María Luisa, del tercero C.

-Buenos días, María Luisa- saludó Clara, que ya se llevaba muy bien con aquella señora.

-Buenos días, Clarita, ¿puedo hablar un momento con vosotras?- preguntó sonriendo.

-Cómo no, pase.- Clara hizo un gesto para que entrara, y la señora fue a sentarse al sofá, junto a Carmen.

-¿Qué le trae por aquí?- preguntó amablemente Carmen.

-Veréis niñas, ¿sabéis que ha habido obras en el séptimo B?- preguntó. Clara y Carmen asintieron-. Pues sus residentes llegaron hace una hora o así, y son de vuestra edad, ¿podríais ir a darles la bienvenida?

-¡JA!- Carmen se levantó del sofá haciendo un gesto de victoria-. ¡Gané! ¡Me debes cinco euros, Clara!

-Joba, es cierto- se quejó Clara.

María Luisa miraba a las chicas divertida, recordando cuando ella tenía su edad.

-¿Haréis el favor, chicas?- preguntó.

-Claro, ahora mismo- dijo Clara, fastidiada por haber perdido la apuesta.

-Gracias, niñas- dijo la señora, y se marchó tras haberse despedido de las chicas.

-Vamos a conocer a los que me han hecho ganar cinco euros- dijo feliz Carmen, saliendo por la puerta de su apartamento.

******

Marta terminó de vestirse tras su ducha. Fue a la habitación de Manu, el cual todavía estaba colocando sus cosas.

-¿Qué tal?- preguntó.

-Bastante bien- respondió el chico-. Este lugar es genial.

-Fijo que papá y mamá esperan que se lo devuelvas cuando seas un futbolista famoso y rico- dijo Marta riendo.

-Ya, eso pensé- dijo Manu guardando una sudadera en su cajón-. Pero bueno, no me costará, ya que seré de los mejores.

Marta sonrió. Le gustaba ver a su hermano cumpliendo su sueño, en el equipo que le gustaba desde hacía 13 años.

-Claro, pero tendrás que conseguirme entradas gratis- dijo Marta-. No pretenderás que pague 60 euros cada vez que quiera verte.

Manu la miró, puso de cara de "jamás, por encima de mi cadáver", pero como siempre bromeaba.

-Eso es cosa del club- dijo con una sonrisa-. Por cierto, ¿cuándo empiezas la Universidad?

-El lunes- respondió Marta. Ese día era viernes, por lo que le quedaban tres días de libertad.

-Muy pronto.

-Sí, hoy tengo que ir a confirmar todo- dijo Marta-. Pero bueno, es una nueva experiencia, y voy a disfrutarla al máximo.

Manu miró a Marta y sonrió. Le gustaba ver a su hermana tan decidida y alegre.

Iba a decir algo, pero el timbre lo interrumpió. Marta y Manu se miraron, y bajaron corriendo las escaleras, camino de la puerta. Abrieron la puerta, y delante se encontraron a dos chicas, una más alta que la otra, una con los ojos verdes y otra con los ojos marrones, pero aún así, muy parecidas.

-¡Hola! Somos las vecinas de abajo- dijo la de los ojos verdes.

-Veníamos a conocer a nuestros nuevos vecinos- dijo la de los ojos marrones.

******

Sara se desabrochó el cinturón. Ya habían llegado a Barcelona. Estaba feliz. Bajó del avión junto a los demás pasajeros y recogió sus maletas. Salió y fue hacia un taxi que esperaba delante del aeropuerto. Guardó las maletas en el maletero y subió al asiento del copiloto.

-A la residencia de estudiantes, por favor- dijo tras terminar de abrocharse el cinturón.

<<Ahora espero que no sea el taxista futbolero>>, pensó.

-Qué bonito está Barcelona estos días- comenzó a decir el taxista-. Sobre todo por el comienzo de la Liga.

<<Oh, no>>, se lamentó Sara, <<justo me tuvo que tocar el futbolero>>.

-El Barcelona está haciendo muy buen trabajo con los fichajes- continuó-. ¿Sabes Manu Rivas? Ese chico es una promesa, un crack. Yo creo que una combinación de ese chaval con Pablo Hernández sería una pasada. Y con Álex Pazos y Jesús Vázquez en el centro del campo... Con eso ganábamos Copa, Liga, Champions, las dos Supercopas y el Mundialito de Clubes todos los años ya sin jugar. Los rivales nos tendrían mucho miedo.

Sara no escuchaba. Iba pensando en los zapatos que se había comprado el día anterior y en lo bueno que estaba el chico del avión. Iba tan concentrada en eso que ni se dio cuenta de que llegaron.

-Señorita, hemos llegado.- El taxista interrumpió sus pensamientos-. Son cinco euros, pero, ¿a que está usted de acuerdo con lo que le he explicado?

Sara sacó los cinco euros de su cartera, y antes de salir del taxi contestó:

-Yo soy del Athletic de Bilbao, que es el equipo de mi ciudad.

Abrió el maletero y sacó sus maletas. Luego, se dirigió a la entrada de la residencia. En recepción le dieron la llave de su habitación. Subió y abrió la puerta.

<<Qué suerte, una habitación para mí sola>>, pensó sonriente.

Dejó las maletas a un lado y empezó a contemplar lo que sería su hogar los próximos nueve meses.

1- Rumbo a un nuevo lugar

Cerró su maleta difícilmente. Llevaba todas sus cosas a Barcelona. Se levantó del suelo y recorrió su habitación con la mirada. Todo en orden, no se había olvidado de nada. Contempló sus cinco maletas en el suelo, junto a sus dos bolsas de viaje. Lo único que no se había llevado de su habitación eran los muebles, y su pudiera, se los hubiera llevado. Solo que en el nuevo piso de Barcelona ya estaban todos los muebles, por cortesía de sus padres. Marta pensó que a lo mejor les vino de miedo eso de que llamaran a Manu la semana pasada para ir a jugar a Barcelona. Miró por última vez su habitación, suspiró, y comenzó a sacar las maletas de su habitación. En la entrada de la casa ya estaba Manu, con todas sus maletas listas para irse a su nuevo hogar.

-¡Qué nervios!- exclamó-. ¿No estás nerviosa, Marta?

-Uy, sí, nerviosísima- ironizó arrastrando su última maleta a la entrada.

-Venga, chicos- interrumpió su madre-. Subid al coche, que perderéis el avión.

Marta y Manu guardaron sus maletas en el maletero y en la parte trasera del coche, a duras penas. Luego, fueron junto a su madre a despedirse. Ambos abrazaron a la vez a su madre, a la que se le escaparon algunas lágrimas.

-Mis niños- sollozó-. No me puedo creer que ya os vayáis. Qué rápido pasa el tiempo. Manu, mucha suerte en tu nuevo equipo. Ya lo verás, serás el mejor.- Dio un beso en la mejilla a su hijo menor, y luego se dirigió a la mayor:-. Y Marta, mucha suerte en la Universidad, ya verás como vas a sacar unas notazas y me vais a hacer la madre más feliz del mundo.- Rompió en llanto. Ver marchar a sus hijos no era algo que le gustara-. Lo siento- dijo al fin-. Os deseo toda la suerte del mundo. Y no os olvidéis de llamar nada más llegar. Os quiero.

-Y nosotros a ti, mamá- dijeron los dos, y abrazaron a su madre.

Subieron al coche, y su padre arrancó al aeropuerto, donde en media hora cogerían un avión rumbo a una nueva vida.

******

-Te digo que no.

-Y yo te digo que sí.

-Vuelvo a repetir, ¡no va a venir nadie al piso de arriba!- exclamó Clara.

-¿Pero tú has visto cuanta gente iba y venía?- argumentó Carmen, sentada en el sofá del apartamento que compartía con su mejor amiga.

-Sí, pero lo mismo pasó con el sexto A y fíjate, está desierto- dijo Clara, que estaba sentada enfrente de Carmen.

-Eres una cabezota- refunfuñó Carmen-. Tengo razón, y lo sabes.

-¿Apostamos?- preguntó Clara.

-Venga- aceptó Carmen. Extendió su mano y dijo:-. Cinco euros a que viene alguien a vivir arriba.

-Cinco euros a que no viene nadie- dijo Clara dándole la mano a su mejor amiga, sellando así su apuesta.

-Voy a ganar- dijo Carmen sonriente, acomodándose en el sofá.

-¡De eso nada!- gritó Clara, tirándosele encima y comenzando una guerra de cosquillas.

Estuvieron así cinco minutos, hasta que las dos suspiraron a la vez y sonrieron.

-Y por eso eres mi mejor amiga- dijo Clara.

-Por y para siempre- completó Carmen.

******

-El avión rumbo a Barcelona está a punto de despegar, por favor, vayan embarcando- dijo una voz femenina por los altavoces.

Sara agarró sus maletas decidida y se dirigió a la entrada del avión. Iba a ir a Barcelona a estudiar, a demostrarle a sus padres que ya no era una niña pequeña, que ya podía valerse por si misma. Se sentó en el asiento que la azafata indicó y se abrochó el cinturón. Recorrió con la mirada el avión. Unas filas más atrás vio un chico muy guapo, que se bebía una CocaCola tranquilamente.

<<Qué bueno está ese>>, pensó. <<Espero que todos sean así en Barcelona>>.

El avión despegó, y por su ventanilla vio Bilbao hacerse cada vez más pequeño, hasta ver solo las manchas blancas de las nubes.

******

-Barcelona ya empieza a recibir a los estudiantes que vienen a hacer su curso universitario en la capital catalana- decía el locutor-. Ya se va respirando el ambiente estudiantil en la ciudad.

Cris apagó la radio. Todas las emisoras lo mismo, no había ninguna en la que no mencionaran eso. No estaba preocupada por no sacar bien el curso o por haber escogido la carrera equivocada, le preocupaba a aceptación en aquella facultad. Sabía que era difícil y que iba muy poca gente, la mayoría hombres. Ese era el problema. Ser aceptada, siendo mujer. Los hombres son muy machistas en lo referente a eso, por eso les iba a demostrar que una chica podía hacer la carrera de Matemáticas mejor que cualquier hombre. Pero lo que no sabía era que no iba a ser una, sino dos.

******

Lápiz, goma, cuadernos, bolso y ropa para el primer día. Sí, todo listo. Elena dejó todo sobre su mesa de estudio. Quería ir preparadísima al inicio de curso en Psicología. Quería ser como su hermano, que ahora era un psicólogo reconocido, al que mucha gente acudía.

<<Voy a ser la mejor. Tengo que ser la mejor>>, se repetía Elena constantemente. Y es que no es fácil crecer a la sombra de un hermano, que si no es perfecto, es casi perfecto.

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Suspiró y siguió mirando por la ventana. Coches por todas partes y sobre todo jóvenes que acababan de llegar de sus vacaciones y se ponían al día con sus amigos o parejas.

<<¿Qué se sentirá al caminar de la mano por la calle con tu novio?>> se repetía María cada vez que veía pasar a una pareja. <<¿Ir caminando sin que se avergüence de que seas su novia?>>. Y es que a sus 18 años, María nunca había tenido novio formal. Sí primer beso, sí líos, de tíos que solo buscaba lo que buscan, pero nunca alguien que la quiera por como es, y esa es su mayor preocupación en ese momento. No los estudios. Sí el amor. ¿Encontrará a alguien que la quiera por como es? Nunca se sabe.

******

-¿Cuándo decíais que llegaba el nuevo?- preguntó un atractivo joven de rizos negros mientras hacía los estiramientos obligatorios después de correr.

-Hoy por la tarde- respondió el que estaba a su lado haciendo el mismo ejercicio. Éste, a diferencia del anterior, tenía una melena lisa que le caía sobre la frente.

-Dicen que es muy bueno- comentó el primero-. Será un buen competidor para Pablito, ¿eh?- bromeó.

Pablo, que estaba al lado de Álex, lo miró con expresión divertida.

-Tío, estamos empezando, a mí aún me queda mucho por mejorar, así que imagínate- dijo.

-Nunca se sabe, Hernández- dijo Jesús-. A lo mejor es incluso mejor que tú.

-Eso ya se verá- dijo Pablo, cambiando de estiramiento-. En su momento, ya se verá.

Jesús y Álex se miraron cómplices. Ambos sabían lo que pensaba su amigo. No iba a dejar que nadie fuera mejor, solo para demostrarle a Marisa Mosquera que se equivocaba años atrás.

******

Abrió los ojos. Delante de él vio a una bella chica dormir sin ropa junto a él. Suspiró, pero no de amor, sino de tristeza. Se levantó y comenzó a vestirse, mientras no perdía de vista a la chica. Por último, agarró su característica chaqueta de cuero y se la colgó al hombro, mirando por última vez a la chica. Y es que Julio sabía bien que habría dado todo el oro del mundo por que esa chica que ahora dormía desnuda en la cama fuera Marta.

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Punto y final. La entrevista a Pau Gasol ya estaba terminada. Esa noche lo recibirían en el plató de Televisión Catalana. Verónica comenzó a aprenderse las preguntas, ya que no iba a estar con un papel en su entrevista con Pau. Cuando ya llevaba la mitad aprendida, llamaron al teléfono de su oficina.

-¿Diga?- preguntó.

-Verónica, ¿cómo vas con la entrevista de Pau?- preguntó el director del programa.

-Bastante bien, estaba terminando de aprenderme las preguntas- respondió veloz.

-Bien, pues entonces tendrás tiempo para preparar un par de preguntas para la presentación de mañana de Manu Rivas- dijo el editor.

-No hay problema, ahora mismo me pongo- dijo Verónica.

-Así me gusta. Eres una empleada ejemplar- dijo el director, y colgó.

Verónica volvió a su mesa de trabajo.

<<Manu Rivas... Estaría mejor si fuera Pablo Hernández>>.

******

Bip... Bip... Bip...

Natalia suspiró frustrada, esperando a que Paula cogiera el teléfono. Se había enterado por las redes sociales de que Marta se iba ese día a Barcelona, y no iba a perder su oportunidad.

-¿Sí?- dijo al fin Paula.

-¡Paula!- Natalia cambió su tono a uno alegre y amable-. Soy Nati. Me he enterado que Marta se fue a Barcelona, y quería saber si estabas bien.

-Gracias por preguntar, pero no, no lo estoy.- Paula suspiró triste. Ya se había despedido de su amiga el día anterior, y prefirió no ir hoy por no meter más el dedo en la llaga.

-Pues no te pongas así, sabes que me tienes a mí- dijo Nati alegre-. ¿Que te parece si hoy vamos a tomar un helado y te olvidas de todo?

-No sé, Nati, no estoy de humor...

-¡Venga!- la animó Nati-. Así piensas en otras cosas y te sientes mejor.

-Bueno, vale- terminó accediendo Paula.

-¡Estupendo! Me paso por tu casa a las cinco, ¿vale?

-Vale- dijo Paula-. Hasta entonces.

-Adiós.

Las dos colgaron. Paula, triste, y Nati, contenta, porque por fin iba a tener su oportunidad.