Era el primer día de junio, martes. Marta apenas había dormido aquella noche. No podía pegar ojo pensando en que ese mismo día iba a faltar a clase por estar con Julio. Se lo había contado a Paula, y ella le había dicho que ya ella le cubría, que no se preocupara y que fuera.
Marta se había puesto una camiseta blanca sin mangas, con un original volante por delante, con unos pantalones cortos rositas, y se calzó unas Converse azul claro. Se dejó su larga melena castaña suelta, caída por la espalda, con unos mechones por los hombros. Como hacía mucho calor, decidió no coger chaqueta, y cogió la mochila como si fuera a ir a clase.
Julio no le había dicho ni donde se encontraban, así que decidió ir como siempre al instituto. Solo esperaba que no le viera nadie.
Salió de casa, y tomó el mismo camino que tomaba todas las mañanas. Iba nerviosa, más despacio que de costumbre. En una esquina vio a un par de borrachos, tumbados en el suelo. Cuando la vieron, se les iluminaron los ojos, y se levantaron, comenzando a caminar hacia ella. Marta abrió los ojos asustada y comenzó a caminar más rápido. Los borrachos la seguían, cada vez más cerca.
Marta empezó a caminar más rápido todavía.
<<Mierda, están cada vez más cerca>>.
Para su alivio, escuchó el sonido de una moto cercana. Cuando vio la moto, y al chico que iba sobre ella, gritó:
-¡Julio!
Julio se giró, y al ver a Marta frenó la moto en la acera y se acercó a ella.
-Me persiguen... Unos... Borrachos...- dijo Marta cogiendo aire.
Julio miró tras ella, y al ver a los dos hombres yendo hacia ella, les dirigió una mirada asesina, que hizo entender a los dos borrachos que era mejor no meterse en problemas con él. Dieron media vuelta y desparecieron por donde habían venido. Marta ya había recuperado el aire perdido tras la carrera.
-¿Estás bien?- preguntó Julio.
-Sí, sí- contestó Marta.
-Genial, entonces, vamos- dijo Julio con una sonrisa.
-¿A donde?- preguntó Marta siguiéndole hacia la moto.
-Es una sorpresa- respondió Julio subiendo a la moto-. Por cierto, ¿a que hora sueles estar en casa?
-A las cuatro- respondió la chica.
-Perfecto, sube- dijo Julio.
Marta se colocó bien la mochila y subió tras él. Apartó la chaqueta y se agarró a la cintura de Julio, mientras apoyaba su cabeza en la espalda de él.
-No seas muy bruto al conducir, por favor- murmuró Marta cerrando fuerte sus ojos.
-No te preocupes, tú solo agárrate fuerte- respondió Julio. Marta se aferró más fuerte, y Julio arrancó la moto, mientras esbozaba una pequeña sonrisa para si.
La moto comenzó a moverse, y Julio la condujo por las calles de la ciudad. Dio más vuelta de la que necesitaba, dado que no quería que nadie los viera. Sentía los pequeños brazos de Marta rodeándole, y le encantaba. Salió de la ciudad, y se metió por una carretera por la que no circulaba nadie. La moto iba suave por la carretera y se movía ligera.
Marta se aferraba con fuerza a Julio. Por su cabeza pasaban miles de cosas, pero lo que se imponía era una cosa: estaba con Julio, el resto daba igual.
Pasados veinte minutos, Julio frenó la moto en seco. Quitó una mano del manillar y la puso sobre el brazo de ella.
-Llegamos- dijo.
Marta abrió los ojos y miró a su alrededor. Sonrió al ver donde se encontraban.
-Me encanta- dijo.
Estaban en una pequeña playa, sin civilización alrededor. Solo la arena y el mar, azul, con un toque anaranjado, por el cielo que se erguía sobre él, dado que aún no había amanecido del todo.
-Solía venir aquí de pequeño- recordó Julio, mirando al mar-. Me trae buenos recuerdos este sitio.
Marta sonrió al ver que le estaba contando aquello.
-Pues es un sitio precioso- opinó, apoyando la cabeza en su espalda, y mirando al mismo sitio que él.
-Como tú nena, como tú- dijo Julio acariciando con un dedo su brazo.
Marta se sonrojó y apoyó la cara en su espalda, haciendo que Julio se riera.
-No te tiene que dar vergüenza, si fueras fea aun bueno- le dijo.
-Es que siempre haces que me de vergüenza algo- replicó ella.
-Pues entonces mejor te llamo fea, si te hace más feliz- rió Julio, que seguía acariciando su brazo.
-No me puedo creer que esté aquí contigo.
Julio sonrió. Se levantó de la moto, y se colocó frente a ella, aun sentada.
-Pues estás. Conmigo. Estás desobedeciendo como nunca. Y te lo vas a pasar como nunca.
Le tendió la mano a Marta, la cual la aceptó y se levantó de la moto. De la mano, Julio la condujo hacia la playa, pero Marta iba pensando más en sus palabras, y en que la estaba llevando de la mano. Si antes se sentía mal porque iba a estar allí con Julio, ahora se sentía en una nube.
Al llegar a la arena, una suave brisa le golpeó la cara, moviendo un poco su pelo. Era en verdad un sitio maravilloso. Julio miró a la chica que estaba a su lado. Contemplaba el lugar. Sus ojos verdes se veían anaranjados por la luz del sol, y el pelo parecía más rubio que de costumbre. Apretó su mano con más fuerza, y ella giró la cabeza hacia él. Le sonrió y volvió a mirar hacia el mar.
<<Joder>>, pensó, mirándola.
-Vamos a bañarnos- dijo él-. La temperatura es perfecta.
-¿Bañarnos? No tengo bañador- dijo ella.
-Pero tienes ropa interior, ¿no?- inquirió Julio divertido.
-Claro, pero no me voy a bañar- dijo ella rápidamente adivinando sus intenciones.
-No era una pregunta.
-Me da igual.
-Cobarde- dijo Julio para picarla-. Yo me voy a bañar.
Se deshizo de su chaqueta negra, la cual tiró a un lado en la arena. A continuación, se desprendió de la camiseta, dejando a la vista otra vez su increíble cuerpo.
-Estarías mejor ahí conmigo- dijo guiñando un ojo.
Se quitó los zapatos y los calcetines, arrojándolos junto a la camiseta y la chaqueta. Quedaban solo los pantalones negros, de los cuales se deshizo rápidamente, quedando únicamente con unos boxers negros.
Marta lo miraba. Joder, que bueno estaba.
-Escucha nena, tienes dos opciones- dijo Julio. A Marta le dio un vuelco al corazón cuando lo escuchó llamarla nena-, o te metes tú, o te meto yo, con ropa y todo, y no querrás llegar a casa mojada completamente.
Marta lo meditó un momento.
-No mires- dijo al fin.
Julio sonrió triunfante y se dio media vuelta.
-No mires- volvió a advertir Marta.
-Tranquila- dijo Julio cruzado de brazos. La verdad es que se moría por mirar, o por ser él el que le sacara la ropa.
Marta se desvistió lentamente y dejó la ropa a un lado. Con el pelo se tapó el pecho, y cruzó los brazos en la barriga, para taparse.
-Ya estoy- anunció.
Julio se giró, y al verla allí, intentando taparse lo máximo posible, se le escapó una sonrisa.
-No te tapes, no necesitas taparte- dijo acercándose a ella.
-Sí me tapo, me da vergüenza- replicó ella, pero Julio ya estaba frente a ella.
-No te enteras- dijo Julio ya frente a ella, juntando sus frentes-. Eres increíble, no tienes que taparte, eres lo mejor que he visto en mi vida- Marta se sonrojó a más no poder. Julio cogió delicadamente sus brazos y los colocó rodeando su cuello. Luego, cogió con cuidado su pelo y lo echó hacia atrás-. ¿Lo ves? Eres tan bonita por fuera como por dentro.
Y dicho esto juntó sus labios. Colocó las manos en su desnuda cintura, mientras la acariciaba suavemente. Marta paseaba las manos por su suave pelo. No podía estar mejor. Si por ella fuera, faltaría todos los días a clase solo por estar así con Julio, por escucharlo decir esas palabras. A ella. Se sentía lo mejor del mundo.
Dos horas más tarde se encontraban los dos sentados en la arena, Marta entre las piernas de Julio, con la cabeza apoyada en su pecho. Julio la rodeaba con los brazos, apretándola hacia él. Se habían bañado en el mar, se habían besado, Julio la había lanzado contra las olas, ella le había empujado, pero él había tirado de ella hacia él, y se habían quedado tumbados en la arena, justo en la orilla, riendo sin parar.
Julio tenía la barbilla apoyada en su hombro, rozando sus mejillas. Marta acariciaba el brazo que la rodeaba, con la mirada perdida en el mar.
-¿Y este sitio, como lo descubriste?- preguntó, rompiendo el silencio.
-Lo descubrió mi padre- contestó Julio-. Solíamos venir aquí cuando yo era pequeño, antes de que mi casa se volviera un infierno.
Julio hablaba nostálgico.
-¿Y que pasó?- preguntó ella, intentando no sonar brusca.
-Mis padres discutían constantemente- respondió Julio-. Yo lo pasaba muy mal, y un día me pasó algo, que hizo que ahora yo sea así.
Marta lo miró.
-Y... ¿puedo saber que fue?
-Yo tenía trece años. Mis padres discutían todos los días, siempre por lo mismo, y yo siempre estaba mal. En el colegio se reían de mí, pensaban que era un débil. Un día me harté, y le di una paliza a uno de ellos, al que siempre se reía. Desde aquel día tengo la fama que tengo. Me escondía en ser como soy, pero nunca me sentí lleno. Hasta que te conocí.
Marta no dijo nada. Así que esa era la historia de Julio. No lo sabía. Por eso cuando habían ido a su casa, él dijo aquel "por desgracia". Y también había dicho que nunca se había sentido lleno hasta que la conoció.
Julio ahora la apretaba más fuerte contra él, mientras ella seguía acariciando su brazo.
-No sabía eso- dijo Marta, casi en un susurro.
-Lo sé, nadie lo sabe, solo Lucas y tú.
Se sintió halagada al ver que Julio confiaba en ella, ella le hacía sentir lleno. Se giró hacia él y clavó sus ojos en los de él.
-¿Es que aún así no te das cuenta?- preguntó Julio a centímetros de su cara. Sus ojos transmitían desesperación.
-¿Pero cuenta de que?- preguntó Marta casi susurrando.
-De que te necesito, joder- contestó él-. Contigo puedo ser yo, puedo contarte las cosas, porque sé que puedo confiar en ti, necesito que seas mía, joder.
Marta se quedó sin palabras. Julio mostraba desesperación en sus ojos, la miraba como si tuviera miedo de que ella se marchara, que lo dejara, que no respondiera.
-Julio, tú tampoco te das cuenta.- Los ojos del joven la miraron desesperados-. Yo también te necesito.
Julio suspiró la sujetó fuerte y la besó. La besó como nunca. Ella rodeó su cuello y lo acercó más. Julio la agarró por la cintura. Ambos se sintieron libres por primera vez, y por fin sintieron haber encontrado a alguien especial.
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