domingo, 2 de marzo de 2014

32- Sanando heridas

Julio aparcó la moto delante de una gran casa. Era blanca, rodeada por un jardín. Estaba entre lo que consideramos casa y mansión.

-Llegamos- dijo él.

Marta abrió los ojos y vio la casa. Se quedó maravillada ante ella.

-¿Vives aquí?

-Por desgracia sí. Vamos- dijo él bajando de la moto.

Marta quería preguntarle por qué por desgracia, pero decidió que era mejor callarse. Julio abrió la puerta y entraron. El interior era muy bonito. Todo estaba decorado con lo que parecían muebles caros, pero sin embargo, la casa se veía muy fría.

-Mis padres no están, no preguntes por qué, porque no lo sé. Nunca están- dijo Julio.

Marta asintió y miró la casa. Un gran sofá blanco habitaba en el centro, enfrente de una gran televisión.

-Siéntate, si quieres- dijo Julio.

-Antes te tengo que poner algo en esas heridas- dijo Marta.

-No hace falta, estoy bien...

-Julio, se te van a infectar. ¿Tienes betadine, o vendas, o alcohol, o algo?

-Marta, en serio- era la primera vez que se dirigía a ella por su nombre, y la verdad es que le hizo sentir bien-, no hace falta...

-Sí que hace.

Julio suspiró, dándose por vencido, y subió un momento, para bajar con un botiquín.

-Tienes ahí las cosas.

-Vale, ahora a ver donde tienes heridas.

Julio tenía la ceja y el labio cortados. Marta le mandó sentar en el sofá y mojó un trozo de algodón en betadine para luego posarlo sobre su labio. Él gritó.

-Para, escuece- dijo él quejándose.

-Para que se te cure- dijo ella, dando suaves toquecitos con el trozo de algodón en su labio.

-Para- susurró él.

-No.

Marta terminó de curarle el labio, y pasó a su ceja. Él se volvió a quejar.

-Cabrona.

Marta esbozó una pequeña sonrisa y siguió con su tarea. Cuando hubo terminado, dijo:

-Ahora las demás, ¿dónde tienes?

-En la espalda y en el brazo.

-Vale, sácate la chaqueta.

Julio obedeció. Se deshizo de la prenda negra, quedando con una camiseta blanca de manga corta, que todavía tapaba sus heridas.

-Ahí no tienes nada- dijo Marta-. Te curo la de la espalda-. Quítate la camiseta.

Julio sonrió y se levantó la camiseta, para sacársela, dejando al descubierto un cuerpo trabajado. Marta lo miró, y Julio volvió a sonreír al darse cuenta.

-Sé que te gusta- se burló.

-Eso es mentira.

-Sabes que no- susurró.

Julio se sentó en el sofá y se acercó a ella. Juntó sus labios con los de ella y colocó los brazos de Marta alrededor de su cuello. A continuación, agarró sus muslos y la sentó en su regazo, haciendo que ella rodeara su cintura con las piernas. Seguían con el beso. Julio jugaba con las puntas de su pelo entre los dedos.

-No sé que me haces, Marta, pero no puedo evitarlo- susurró a milímetros de sus labios.

Ella no dijo nada, y volvieron a juntar sus labios. ¿Ella le hacía algo a Julio? Imposible. Julio colocó sus manos en la cintura de Marta y las paseaba por su espalda. Ella jugaba con su pelo. Pensó de nuevo en lo que dijo Julio. ¿Y lo que le hace él a ella que? Cada vez que él se le acercaba se bloqueaba, hacía lo que él quería. Alba tenía razón. A Marta le gustaba Julio. Y mucho. No podía seguir dejándole el control a él. Ahora le tocaba a ella jugar. Con una mano, buscó por el sofá el trozo de algodón mientras que con la otra acariciaba la espalda de Julio en busca de una herida. Cuando encontró ambas cosas, puso el trozo de algodón sobre su herida haciendo que él gritara de nuevo y se separara de ella.

-Serás hija de puta- susurró con una sonrisa.

Ella rió. La sonrisa de él aumentó. Su risa era tan perfecta como ella. Le gustaba. Sus manos seguían sobre su cintura.

-Te lo mereces- dijo ella.

-¿Qué hice yo ahora?

Marta se encogió de hombros.

-Déjame curarte la espalda.

-No. Escuece.

Marta volvió a poner el algodón sobre su herida y él volvió a gritar.

-¿Prefieres así?- preguntó ella sonriente. Ahora ella tenía el control.

-No, no, venga, dale a la espalda- dijo Julio separando su espalda del sofá. Ella se sentó a su lado y lo obligó a sentarse de lado. Pasaba el algodón por sus heridas mientras él murmuraba alguna palabrota. Al fin terminó, por suerte para Julio, y éste se giró.

-Te debo una- dijo guiñando el ojo.

-No hace falta- dijo ella guardando las cosas en el botiquín pensando como sería capaz Julio de devolverle la faena.

-Sí hace- él sonrió y se acercó a ella.

Sus miradas conectaron de nuevo, y sus labios volvieron a unirse, cumpliendo el deseo de ambos mientras la luz del atardecer se colaba por las ventanas.

******

Llegó el miércoles. Un nuevo día de entrenamiento, y de Universidad. Marta caminaba pensativa por Barcelona, camino de sus clases. Los miércoles, ella tenía su clase, junto a Cris, antes que el resto, por lo que ellas se encontrarían en la puerta de la facultad. Al llegar, vio a la joven de ojos azules esperarla sonriente. Se saludaron con dos besos y entraron en el Campus. Mientras de dirigían a su clase, iban charlando, conociéndose mejor. Marta no dijo ni una palabra de Pablo, prefería guardárselo. Llegaron a su clase y esperaron a que llegara el profesor. Cuando éste lo hizo, la clase comenzó.

******
 
Pablo estaba ya en la Ciudad Deportiva del Barcelona. Faltaba media hora para empezar el entrenamiento, y no había nadie, pero ese día se despertó antes de lo normal y decidió ir antes. No le apetecía nada quedarse en casa. Ayer había hablado con Jesús, y su amigo tenía razón, tenía que ser él mismo, y punto, total, era solo una chica, y él podía tener a quien quisiera. ¿O no?

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