domingo, 2 de marzo de 2014

33- ¿Por qué tartamudeas?

La mañana transcurrió tranquila. Las clases empezaban a ponerse serias y en el entrenamiento todo era optimismo ante el partido del sábado. Aunque tanto Álex como Jesús notaron a Pablo más distraído de lo normal. Le contaron a Álex lo ocurrido el día anterior, y él se alegró bastante. Aunque se notaba que Pablo chutaba por chutar, hacía los ejercicios lentamente, como si estuviera en otro lado, y realmente lo estaba.

Manu también se dio cuenta. Pensó en que su hermana también estaba extraña ayer, es más, había llegado tarde a casa y no le había dicho nada.

Al acabar el entrenamiento, cada uno se dirigió a su casa, excepto Álex y Pablo. A ninguno les apetecía cocinar, y decidieron ir a comer algo fuera. Pasearon por el centro y llegaron a un restaurante al que habían ido varias veces y les había gustado. Decidieron comer allí.

******
 
-Ya tenemos que hacer muchísimas tareas- dijo Sara metiéndose un trozo de bistec en la boca.
 
-Ya, y yo a ver cuando las hago- añadió Clara.
 
-Bueno, nosotras ya tenemos bastante que estudiar- dijo Marta.
 
-¡Es que los profesores explican muchísimas cosas de golpe!- exclamó Cris.
 
-Pues si llevan eso los tres primeros días no me quiero imaginar a final de curso- pensó Elena en alto.
 
Todas estuvieron de acuerdo. La universidad no se parecía en nada al instituto, pero igualmente, les encantaba.
 
-Una cosa- dijo Carmen-, ¿hacemos algo este fin de semana? Como es el primero, celebramos haber empezado el curso y como no, habernos conocido.
 
-Genial, yo tengo que conocer la ciudad, que vine aquí la semana pasada- dijo Cris.
 
-Os la enseñamos nosotras, que para eso somos de aquí- dijo Clara sonriente.
 
-Perfecto.
 
Siguieron hablando sobre que podían hacer, hasta llegar a la noche.
 
-Jo, y para volver de noche va a ser un rollo ir separadas- dijo Sara.
 
-Una cosa, este sábado mi hermano juega en Sevilla, por lo que queda el apartamento para mí sola hasta la tarde- dijo Marta-, ¿por qué no vamos allí?
 
-¡Sí, que me encanta tu apartamento!- exclamó Clara.
 
-Pero que pena que Manu no esté, con lo majo que es- dijo Carmen.
 
-No te preocupes, que hay Manolo todo el año.- Todas rieron.
 
-Bueno, pues entonces decidido, ¿no?- dijo Sara.
 
-Sí- dijo María, que todavía era muy tímida con ellas.
 
-¡Al apartamento de Marta!- exclamó Elena.
 
Todas rieron de nuevo, y, entre risas, terminaron su comida.
 
******
 
Al acabar de comer las chicas se separaron de nuevo. Cada una fue a su casa, excepto Clara y Sara, que tenían otra clase a esa hora. Marta y Carmen se fueron juntas, mientras charlaban un rato.

-Pues este fin de semana va a ser genial- comentaba Carmen-. Que bien nos lo vamos a pasar.

-Ya, aparte con la de cosas que vamos a hacer... Tengo que ir haciendo sitio.

-Claro, y nosotras te ayudamos, no vamos a dejar que lo hagas todo tú.

-Tampoco es tanto, pero gracias- dijo Marta sonriente. Estaba contenta de estar integrándose tan bien en Barcelona, ella esperaba más dificultad a la hora de hacer amigas.

-No es nada mujer, y... Ostia- dijo Carmen abriendo los ojos.

Marta miró hacia la dirección donde había mirado ella. También abrió los ojos, solo que sus expresiones eran muy distintas.

<<Pablo>>.

-Que guapos- dijo Carmen.

Pablo y Álex caminaban sonrientes, justo enfrente de ellas. No parecieron darse cuenta de su presencia, hasta que Pablo levantó la cabeza y sonrió al ver allí a Marta, mirándolo, a él.

-Álex- cortó a su amigo-. Tío, es ella.

Álex también miró. Las chicas seguían caminando, pero más despacio.

-Vamos a saludarlas- dijo el de rizos-. Quiero conocerla, a ella, y a su amiga.

Los dos chicos caminaron hacia ellas, y justo cuando se cruzaron, Pablo dijo:

-Adiós eh.

Marta se giró. Tenía la barriga llena de mariposas.

-Eh... Adiós.

Álex sonrió, al igual que Pablo.

-¿Os conocéis?- preguntó Carmen sorprendida.

-Sí, ¿no te dijo nada?- preguntó Pablo sin apartar la mirada de Marta.

-No, no encontraría el momento. Por cierto, soy Carmen- dijo ella tranquila.

-Encantado, yo Pablo.

-Y yo Álex- dijo el ruloso con una sonrisa. Le gustaba esa chica.

-Y bueno, Álex, Marta, Marta, Álex- presentó Pablo.

Marta le sonrió. Estaba en una escena más que incómoda para ella. Pablo ya la ponía nerviosa de por si, para que aun por encima no le quitara la mirada de encima, y por otro lado, Carmen hablando como si nada con ellos.

-¿Ya os vais?- preguntó Álex.

-Sí, bueno, venimos de comer y ya nos íbamos a casa- respondió Carmen. Pero que guapos eran los dos.

-Y bueno, ¿sabéis ir solitas o necesitáis guía?- preguntó Álex. Si es que era ligón, pero ligón.

Carmen sonrió, y a pesar de conocer Barcelona como la palma de su mano, dijo:

-Seguro que nos perdemos, un guía no vendría mal.

Marta la fulminó con la mirada. Genial, ahora Pablo a su lado hasta su casa. Como ayer. Aunque no dijo nada, claramente a Carmen le gustaba Álex.

-Pues me dices donde es, y os llevamos- dijo Álex.

Carmen dijo la calle. Pablo se dio cuenta de que eran vecinas, y echaron a andar. Álex y Carmen iban al lado, hablando, y unos pasos más atrás, Marta y Pablo. Marta lo miraba de reojo disimuladamente, y él a ella, la única diferencia era que él a ella la miraba normal, no le importaba que Marta se diera cuenta. Una manzana más adelante, se inclinó hacia ella y le dijo, de modo que solo ella escuchó:

-¿Y no me vas a decir nada?

-¿Y qué quieres que te diga?

Pablo sonrió burlón.

-¿Te pongo nerviosa?

-¿Que? No...

-¿Entonces por qué tartamudeas?

Pablo era muy seguro de si mismo. Demasiado. Y aunque odiara admitirlo, eso le encantaba.

-Eh... Yo no tartamudeo- respondió ella.

-Lo acabas de hacer- dijo él triunfante.

-¡Que va!- La voz le salió más chillona de lo que esperaba.

Pablo caminaba con la cabeza alta y las manos en sus pantalones negros.

-No que va- dijo él-. Tranquila, que yo te creo eh.

-¿Podemos cambiar de tema?- preguntó ella.
´
Él sonrió. Miró a Álex. Que bien le iba, ¿pero no había otra? Da igual, él era así.

-Eso es que sabes que tengo razón- dijo al fin-. Pero si quieres, claro, ¿de que quieres hablar?

-Siempre te sales con la tuya, ¿no?

-Ya lo has podido comprobar- dijo él sonriente.

Marta no pudo evitar sonrojarse. Sabe Dios a qué se refería, pero no quería ni saberlo. Su cabeza, sin quererlo, fue a parar a Julio. No se parecía en nada a Pablo. Eso sí, los dos conseguían ponerla de los nervios.

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