Paula rió. Las dos estaban en la alameda, sentadas justo en el mismo banco donde Paula se había sentado con Marta el día que se enfadaron. Acababan de ver a Julio pasar con Eloy, con una expresión triste. Las había mirado de reojo, pero no les había hecho ni caso. Detrás, vieron venir a Lucas acompañado de Sergio.
-Mira, ahí está el tuyo- se la devolvió Nati.
-De mío nada, ve a rascar el culo por ahí- rió Paula.
Lucas sí las miró, y sí se acercó a ellas.
-Paula, ¿podemos hablar un momento?- preguntó al llegar junto a ellas.
Nati sonrió mirando a su amiga. ¡Lucas quería hablar con ella! Pero no tenía ni idea de que...
-Claro- dijo Paula.
Se levantó, y junto a Lucas se apartaron del banco.
-¿Hablaste con Marta?- preguntó Lucas.
-Sí, pero ni caso- respondió Paula-. Es una pena, ella también lo quería a él.
-Lo sé- dijo Lucas rascándose la nuca-. Julio lo está pasando mal desde el sábado. Me llamó llorando y todo.
-¿Julio llorando?- Paula estaba realmente sorprendida.
-Sí, y no es la primera vez desde que Marta y él rompieron- dijo Lucas-. Lo cambió. Muchísimo.
-Ella también lloró, y mucho. Me costó mucho consolarla, pero ahora está bien- dijo Paula-. Solo que el problema está en que no quiere saber nada de Julio.
-Normal. Yo tampoco querría, pero no sé, me costaría.
-Si de verdad quieren arreglarlo tendrán que hacerlo ellos, no nosotros, lo único que podemos hacer es ayudarlos- dijo Paula.
-Y yo por lo menos, lo haré- dijo Lucas-. Bueno, ya hablaremos. Adiós.
Se despidió de Paula, y ésta volvió con Nati.
-¿Que te dijo?- preguntó ella sonriente.
-Nada, me preguntó que tal...- mintió Paula.
Es que no le iba a contar la verdadera razón del plantón de Julio en aquella fiesta.
******
-O sea que Derecho. Está bastante bien- dijo Álex sonriente.
-Muchas gracias, lo tuyo de futbolista también- respondió Carmen.
Álex no podía evitar sonreír en la compañía de esa chica. Era muy alegre, y habladora, y por lo visto, tímida no.
-Hombre, si ser futbolista de talla mundial no está bien, dime tú que está- presumió Álex.
-Chulito- dijo ella sonriendo.
-Lo justo.
Siguieron hablando, descubriendo lo genial que era el otro, mientras, detrás de ellos, Pablo picaba de mil y una maneras a Marta.
-Siendo como eres, como para no salirte con la tuya- dijo Marta.
-¿Siendo como?
<<Mierda, Marta, callada estabas más guapa>>.
-Yo que sé, así- respondió ella.
Pablo la miró. Sí que la ponía nerviosa, ni falta le hacía preguntárselo.
-Me gusta ser así entonces.
-Se nota.
Pablo sonrió de nuevo.
-A ti también te gusta por lo que se ve- dijo él.
<<Otra vez no, deja de ponerme en situaciones incómodas>>.
-Ya te gustaría.
-Es lo que es- Pablo dijo soriente.
-Me pones de los nervios.
-Acabas de admitir que te pongo nerviosa- dijo Pablo triunfante.
-¿Que? No, no lo decía en ese sentido, y...
Pablo rió. Justo en ese momento acababan de llegar al edificio de las chicas.
-Llegamos- señaló Álex.
-Bueno, gracias por acompañarnos- dijo Carmen.
-Un placer- sonrió Álex.
-Gracias- añadió Marta.
Álex sonrió mirando hacia ella, que estaba al lado de Pablo. Sí que hacían buena pareja.
-De nada- dijo Pablo con una sonrisa burlona.
-Bueno, adiós chicas- se despidió Álex-, hasta otro día.
-Adiós- se despidió Carmen sonriente.
-Adiós Carmen- se despidió Pablo, y luego, le dijo a Marta:-. Ya sabes, si te vuelves a perder, o simplemente quieres verme, llámame.- Le guiñó un ojo, y junto a su amigo de rizos, echaron a andar por las calles de Barcelona.
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María estaba feliz. Por primera vez desde hace mucho tiempo, tenía planes para el fin de semana, y formaba parte de un grupo de chicas a las que les daba igual su físico, y que aún por encima eran simpñaticas, alegres, y amables con ella. Estaba feliz. No podía aguantar los dos días que quedaban. Compras, y fiesta de pijamas sonaban genial. Dos días no eran nada, venga.
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Verónica se estaba comiendo un helado de chocolate como postre. Todavía tenía en la cabeza lo que Álex le había dicho. ¿Zorra ella? Todo menos eso, las zorras al monte, o zorras las tías con las que él se acostaba. Y Pablo que seco, seguía preguntándose quien era la persona a la que le sonrió y guiñó el ojo el domingo. Lo que ella no sabía era que en ese mismo momento, Pablo estaba guiñándole el ojo a esa misma persona, y que esperaba volver a verla pronto.
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