Marta lo había preparado para que todas pudieran dormir juntas en su habitación y el salón estaba muy acogedor. Los últimos rayos de sol entraban por la cristalera.
-¡Pero que apartamento más bonito tienes!- dijo Elena nada más entrar.
-Muchas gracias, mérito de mis padres- rió Marta.
-Sí que es muy bonito, que envidia- dijo Sara mirando todo a su alrededor.
-Ya puedes invitarnos más a menudo eh- bromeó Cris.
-Cuando queráis- sonrió Marta.
-Ya os dije yo que era muy bonito- presumió Clara.
-Sí que lo es- añadió María.
-Clara, baja de la nube, anda- rió Carmen. Todas rieron.
Fueron a ponerse los pijamas y bajaron al salón. Pidieron dos pizzas, una de jamón, queso y champiñones, y otra de cuatro quesos. Mientras la esperaban, pusieron la televisión. El Barça- Sevilla empezaba a las diez.
-¡Deja ahí! Quiero ver el partido- exclamó Elena.
<<Y a Álex>>, añadió su subconsciente. Lo que no sabía era que la chica que estaba a su lado también quería ver expresamente al chico rizado.
Un primer plano de Manu ocupó la pantalla, mientras el comentarista hablaba emocionado de su debut.
-Sí, señoras y señores, hoy debuta el nuevo fichaje del Barça, la nueva promesa, ¿Cómo se estrenará? Todos estamos deseando ver que maravillas hace en su nuevo equipo. Hoy parte de titular, y sí, señoras y señores, ¡empieza el partido, saca el Sevilla!
-Marta, tienes un hermano guapísimo- dijo Clara mirando la pantalla.
Marta rió. Sí, Manu era muy guapo, pero a ella más le daba. El Barça enseguida le arrebató la pelota al Sevilla gracias a Jesús. De Jesús fue a Álex, que se la pasó a Manu. La primera vez que tocaba un balón con el Barça. Manu vio un hueco, se la pasó a Pablo, que enseguida la pilló, y no pudo avanzar más, porque un defensa del Sevilla se interpuso en su camino.
-Y que bien juegan, con lo jóvenes que son...- comentó Cris.
-Ya, y además de eso, guapos- añadió Sara.
-No solo guapos...- comentó Marta. Enseguida se arrepintió de haberlo dicho en alto.
-¿Y eso?- preguntó Elena burlona.
-Nada, me los presentaron, y son majos...- improvisó Marta.
Carmen aguantó la risa, y Clara exclamó:
-¡Y nosotras el otro día te vimos hablando con Pablo!
Todas se giraron a mirar a Marta.
-Bueno... Y Carmen habló con Álex también- dijo la chica.
-Yo...- interrumpió Elena-. Conocí a Álex. Me invitó a comer el sábado.
Todas abrieron la boca.
-¿En serio?- exclamó Sara-, ¡y no nos dices nada!
-Ya, bueno.
-Yo hablé con Álex el miércoles- añadió Carmen, un poco molesta de que Elena hubiera comido con el futbolista.
-Ya, pero yo...- Elena estaba empezando a hablar, cuando Marta la cortó, al ver que podían acabar discutiendo por culpa de Álex.
-¡Yo besé a Pablo!- Automáticamente se tapó la mano con ambas manos. No debía haber dicho eso.
La atención se desvió hacia ella. Seis pares de ojos se posaron en ella expectantes.
-¡AAAAH! ¡¿Y como no dijiste nada?! ¡Que callado te lo tenías!- exclamó de nuevo Sara.
-No encontré el momento- dudó Marta.
-¿Como? ¿Cuándo? ¿Donde?- preguntó Clara.
-Eh... No sé, hoy y el martes y...
-¡Dos veces!
-Calla Sara, déjale que lo cuente- cortó Cris-. ¿Pero como? Cuéntalo desde el principio.
-Que situación más incómoda...- murmuró Marta-. Pues nada, lo conocí el sábado, y tiene muy poca vergüenza, es muy así.
-Morruda, morruda, morruda- repetía Sara.
Pasaron de la tensión entre Elena y Carmen a atosigar a Marta a preguntas. Ella contestaba como podía. Al final resultó que lo más interesante hasta ese momento era la declaración de Marta.
-Pero vosotras ni una palabra- dijo Marta al acabar.
-Yaaa- dijeron todas a la vez.
Eran las once y media, y aún seguían hablando de lo mismo, pero el sonido de la televisión las interrumpió:
-¡Pablo Hernández...! ¡Gooooooooool! ¡Gol, gol, gol, gol, gooool!
Todas miraron a la televisión. Pablo sonreía mientras abrazaba a sus compañeros. Por último, a Manu, luego miró a la cámara, y le guiñó un ojo, para luego mirar hacia delante y poner cara de extrañado.
-¿Y eso que significa?- preguntó María.
-Que soy muy apta a perderme- contestó Marta sin quitar la mirada de la pantalla.
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Pablo abrazó a Manu, feliz por su gol, y luego guiñó el ojo a la cámara, para luego poner cara de extrañado. Esperaba que lo entendiera, porque tonta, desde luego, no era.