miércoles, 16 de octubre de 2013

9- Vámonos de fiesta

Pablo aparcó su coche en el garaje de su casa. Salió y fue hacia el interior de su vivienda. Se tumbó en su sofá blanco y sacó el iPhone. Un mensaje de Jesús, preguntando si ese día quedaban para salir de noche. Claro, ¿por qué no? Se divertirían. Pablo contestó rápidamente, y luego encendió la tele. Estaba cansado, así que decidió dormir un poco para luego de noche estar despierto. Aparte, esa noche era libre, no tendría que estar preocupado por Antonella. Sí, desde luego era la noche perfecta, pero no se imaginaba cuánto.

******
 
Álex se levantó de la hierba y miró a su derecha. Elena miraba hacia él.
 
-Yo casi que me tengo que ir yendo- dijo Álex.
 
-Sí, yo también- dijo Elena, sentándose ella también.
 
Los dos se levantaron y Álex recogió lo que habían llevado con ellos. Echaron a andar, mientras Elena repasaba en su cabeza las palabras del futbolista, que aún rebotaban en su cabeza como una pelota saltarina. Álex, por su parte, disfrutaba viéndola así. Estaba acostumbrado a que todas se comieran la cabeza por él, y la sensación nunca dejaba de gustarle.
 
-Oye, ni siquiera me has dado tu número- dijo Álex.
 
-Es cierto.- Elena sacó su móvil del bolsito y añadió:-. Dame tú el tuyo y te hago una perdida.
 
-Vale-. Álex le dictó el número a Elena, y nada más terminar, ésta le hizo una llamada perdida. Álex sintió su móvil vibrar en el bolsillo, y Elena colgó-. Pues ya lo tengo guardado.
 
-Perfecto.
 
Los dos llegaron hasta su punto de encuentro, donde se pararon.
 
-Bueno, pues hasta otro día, me lo he pasado muy bien- dijo Álex poniendo esa sonrisa suya que solo él sabe poner.
 
-Hasta otro día- repitió Elena-. Yo también me lo he pasado muy bien.
 
Ambos dudaron si darse dos besos o no, pero al final lo hicieron. Álex se acercó a Elena y dio un beso en cada una de sus mejillas. En el momento en el que Álex cambió de mejilla, los ojos marrones de ambos se encontraron a centímetros, y un escalofrío recorrió el cuerpo de Elena, que no paró cuando los labios de Álex tocaron su otra mejilla. Álex separó su cara de la de ella, y con una sonrisa se despidió y se marchó con la cabeza bien alta, porque él también se había dado cuenta de aquel escalofrío. Pero también desconocía otra cosa que podría borrar esa sonrisa de su cara.
 
******
 
Verónica conducía camino de la redacción. Venía de comer en su casa. Llegó a un semáforo, de estos que están año y medio en rojo y solo un minuto en verde. Bufó al ver que no pasaba en verde por los pelos. Bueno, tocaba esperar. Giró su cabeza a la derecha, y no pudo creer lo que vieron sus ojos. Álex Pazos con una chica. Hala, esto se ponía interesante. Sacó su Samsung Galaxy S4 del bolsillo y abrió la cámara. Esperó a que entre ellos pasara algo fotografiable. Vio que se quedaron parados, y dijeron un par de frases. Entonces vio su oportunidad cuando el futbolista cercó su rostro al de la chica. Verónica notó que le iba a dar dos besos, pero tuvo su oportunidad cuando Álex fue a cambiar de mejilla. Clic. Ya está. Verónica miró la foto que acababa de sacar. Perfecta. Parecía que se iban a besar, en vez de lo que había pasado en realidad. Estaba tan absorta pensando lo contento que se iba a poner su jefe al ver eso, que no se dio cuenta de que el semáforo se puso en verde. Un pitido de los de los coches de atrás la devolvió a la realidad, y Verónica, más feliz que antes, arrancó camino de su trabajo.
 
******
 
La casa di Marco, la mejor heladería de la zona. Sara y María entraron, y Sara pudo comprobar que tenía bastante éxito. Todas las mesas estaban ocupadas. En la barra se podían ver hasta 20 sabores diferentes, y tras ella, cucuruchos y tarrinas esperaban a ser utilizados. Las dos chicas se acercaron. María pidió un cucurucho mediano de vainilla y Sara uno grande de chocolate. Decidieron tomárselo mientras paseaban un poco.
 
María se sentía algo incómoda, ya que no conocía de prácticamente nada a su acompañante, pero bastante feliz de haber conocido a alguien que no le de vergüenza estar con ella. Por ahora.
 
-¿Sueles pasear mucho?- preguntó Sara tras dar un gran lametón a su helado.
 
-Bueno, depende del día- respondió María.
 
-¡A mí me encanta! Sobre todo si voy de tiendas- dijo Sara-. La mejor amiga de mi madre trabaja en Zara, por lo que en Bilbao siempre me hacían descuento, pero creo que en Barcelona no contaré con esa ventaja- rió.
 
María también rió. Le gustaba esa chica. Era muy expresiva y alegre.
 
-Yo nunca he tenido esa ventaja, pero igualmente salgo algunas veces de tiendas- comentó María.
 
-Me tienes que enseñar donde están las tiendas aquí, que es algo importante- rió Sara.
 
-Imprescindible- rió también María-. Nos terminamos los helados y te lo enseño, ¿te parece?
 
-¡Sí!
 
María sonrió, y por primera vez en mucho tiempo, se sintió importante, aunque fuera al lado de una persona que acababa de conocer. Lo que no sabía era que acabaría conociendo a esa persona mejor que ella misma.
 
******
 
-¿Diga?
 
-¡Pazos! ¿Hoy sales de noche con Jesús y conmigo?
 
Pablo llamó a Álex unos minutos después de que éste llegara a casa.
 
-Claro, como no, sin mí no os lo pasáis bien- bromeó el de rizos.
 
-Claro, claro, el único favor que nos haces es que las chicas nos miran a nosotros de lo feo que eres- se la devolvió Hernández.
 
-Ja, ya te gustaría, Hernandito.
 
Siguieron unos minutos con esa discusión, hasta que al fin, Pablo la cortó:
 
-Déjalo, anda, que sabes que te gano yo.
 
-Lo dejo, para no humillarte.
 
Siempre eran así, insultándose entre ellos, pero siempre con cariño.
 
-Bueno, pues esta noche nos vemos los tres a las nueve en nuestra discoteca favorita, ya tú sabes- rió Pablo.
 
-Ya yo sé- rió también Álex-. Nos vemos.
 
-Chao.
 
Los dos colgaron, y cada uno siguió a lo suyo, desconociendo lo que esa noche les deparaba.
 
******
 
-Tenemos que elegir qué ponernos- dijo Clara abriendo su armario.
 
-Sí, no podemos ir mal- añadió Marta.
 
-Venga, saquemos todo lo que se podría llevar a una discoteca y escogemos- sugirió Carmen.
 
-Vale, primero escogemos lo vuestro y luego lo mío- dijo Marta-. Que lo mío está arriba.
 
-Perfecto. Primero yo- dijo Clara sacando vestidos de su armario y lanzándolos a la cama.
 
Para escoger lo que se pondría Clara estuvieron media hora, pero mereció la pena, iba a ir guapísima. A continuación pasaron a la habitación de Carmen. Con ella terminaron en veinte minutos. El conjunto escogido era precioso. Luego, salieron del apartamento de Clara y Carmen y cogieron el ascensor para subir al de Marta y Manu. Abrieron la puerta, y se encontraron a Manu tumbado en el sofá viendo la tele.
 
-Hey, hola hermanito- saludó Marta.
 
-¿Qué tal con el futbolista cachondo?- preguntó Carmen riendo, la cual sentía debilidad por Pablo Hernández.
 
-Bastante bien, ya lo conocerás- respondió Manu acomodándose en el sofá.
 
-Preséntaselo, y de paso le comentas que está enamorada de él- se burló Clara.
 
Manu arqueó las cejas y miró a Carmen sonriente, la cual estaba más roja que un tomate.
 
-¡¿Pero qué dices, estúpida?! ¡Solo creo que esté bueno y ya!
 
-Claaro, por eso cuando sale en la tele me mandas callar a grito pelado- siguió burlándose Clara.
 
-Déjalo- bufó Carmen.
 
-Venga, vamos a subir- rió Marta.
 
-¿Qué vais a hacer?- preguntó Manu cuando empezaron a subir.
 
-¡Esta noche salimos, y vamos a ver que puedo ponerme!- respondió Marta.
 
-¡Vale!
 
Las tres chicas entraron en el dormitorio de Marta y se dirigieron a su armario. Lo abrieron, y la boca de Clara y Carmen no llegó al suelo de milagro.
 
-¡Pero cuánta ropa tienes!- exclamó Carmen.
 
-Tampoco tanta- le quitó importancia Marta.
 
-¿Tampoco tanta? ¡Tienes tres veces más que yo, sin exagerar!- añadió Clara.
 
-Bueno, es lo que tiene tener un hermano futbolista- dijo Marta sonriendo.
 
-Jo, voy a coger a mi hermano y lo voy a poner a entrenar día y noche a ver si se hace futbolista- bromeó Carmen.

Las tres rieron y empezaron a mirar los vestidos que tenía Marta. Todos eran preciosos. Acabaron escogiendo uno azul marino que era algo ceñido y hacía un cuerpazo a la chica. De calzado se pondría unas bailarinas, ya que Marta no era muy fan de llevar tacones.
 
Cuando terminaron con su tarea, ya eran las siete y media, por lo que fueron a vestirse, y luego, las tres juntas, se maquillaron un poco y se peinaron, quedando perfectas para esa noche.
 
******
 
Se terminó de colocar el pelo negro y ondulado. Sus ojos castaños resaltaban sobre su piel bronceada, ya que había usado un color de lápiz de ojos precioso. Paula ya estaba preparada para salir con Nati e ir a casa de Iván. Se lo pasarían bien. Además, a lo mejor veía a Lucas, ese chico que tanto le gusta. Miró su móvil. 20:25. Nati debía estar al caer. Bajó al salón, donde su madre la llenó de halagos, porque estaba guapísima.

El timbre de la casa sonó. Paula se apresuró a abrir, y allí delante se encontró a Nati, tan arreglada como ella, pero no tan guapa. Se dieron dos besos y, tras despedirse de su madre, Paula se marchó con Nati.

-Lo pasaremos bien, ¿eh?- dijo Nati-. Y seguro que Lucas se fija en lo guapa que te has puesto.

Paula se puso colorada.

-Seguro que no...- Acto seguido, cambió de tema:-. ¿Y tú, quieres impresionar a alguien?

-Bueno...- Nati dudó. ¿Se lo cuenta o no? Sí, venga, ¿por qué no?-. Sí...

-¿A quién?

-A Julio.

******
 

 Se abrochó el último botón de la camisa blanca. Luego, con los dedos, peinó su pelo castaño hacia arriba, el que antes había peinado con gomina. Se miró en el espejo. Perfecto. Pablo bajó las escaleras de su casa. Por WhatsApp habían acordado verse a una manzana de la discoteca en veinte minutos. Eran las nueve menos cinco, y habían quedado a y cuarto. Se dirigió a su garaje y sacó su fantástico coche, y arrancó camino de la discoteca.

En quince minutos estaba a una manzana de su punto de encuentro. Aparcó por allí cerca y se dirigió a encontrarse con sus amigos.

Cuando llegó, vio a Álex apoyado en un muro, mirando su iPhone, pero sin escribir ni una sola letra.

-¡Ey, tío!- saludó Pablo.

Álex levantó la cabeza y apagó el iPhone.

-¿Qué tal?

-Bien, bien. ¿Qué mirabas tanto en el móvil?

Álex comenzó a ponerse algo nervioso.

-Nada, nada... Una foto mía- intentó esquivar-. Es que soy tan guapo que es normal.

-Claro, ¿no estarías mirando una mía?

-Si estuviera mirando una tuya ahora estaba ciego de lo feo que eres- rió Álex, quien vio que el rumbo de la conversación se desviaba.

-Cegado de mi belleza, querrás decir.

-Sobre todo eso.

No siguieron, ya que apareció Jesús.

-Vázquez, llegas tarde- bromeó Álex.

-Lo bueno siempre se hace esperar- replicó el joven.

-No siempre, yo llevo aquí un buen rato- rió Álex.

-Pero tú eres considerado mierda- se la devolvió Jesús riendo.

-Que golpe bajo, Álex- rió Pablo.

-Venga, vámonos, no me toquéis los cojones- dijo Álex echando a andar.

Y así los tres echaron a andar, camino de la discoteca. La discoteca que esa noche sería un poco más favorita de uno de ellos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario