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Sara y María se sentaron en un banco, agotadas de la caminata de esa tarde. Habían visitado todo el centro, la Sagrada Familia, habían visto todos los recintos importantes... Vamos, que la visita guiada de Sara no se quedó corta.
-Vaya caminata, ¿eh?- comentó Sara.
-Sí, yo estoy agotada- añadió María, la cual había perdido casi del todo la timidez.
-Es que será llegar a casa y dormir a pierna suelta- bromeó Sara.
-Yo no creo que llegue a casa sin quedarme dormida- rió María.
Sara rió. Aquella chica le caía bien. Su físico no importaba, había aprendido a que no lo hiciera, ya que ella se sintió muy mal con ella misma en el pasado y gracias a la gente que la quería lo superó.
-Tú por lo menos sabes donde vives- rió Sara.
-Bueno, si quieres te acompaño.
-¿Y luego dejar que te vayas sola un sábado por la noche? Me sentiría un poco mal.
-Tranquila, no me pasará nada, y si quieres te aviso cuando llegue para que sepas que estás bien- la tranquilizó María.
-Vale, es que me preocupo por ti.
María sintió como por dentro se llenaba, como si ese vacío que la invadía hace tan solo unas horas se hubiera llenado de repente.
-Muchas gracias. Te avisaré.
Y, dicho esto, echaron a andar a la residencia de estudiantes donde Sara se alojaba.
-Es que los universitarios ya llegaron- dijo Jesús.
-Se nota.
Los tres fueron a la barra. Cerveza con alcohol para cada uno. Luego, fueron a su esquina habitual, donde se ponían siempre a observar el panorama y mirar si algo merecía la pena.
-¿Veis algo bueno?- preguntó Álex, que siempre era el más aplicado en eso.
-Algo bueno sí, solo que ya te tiraste a todas- rió Jesús dando un trago a su cerveza.
-Ja, ja, muy gracioso- ironizó Álex, quien dio un trago a su bebida y contempló la pista de baile.
-Sí, vamos a un lado, ahora van las parejitas- dijo Carmen.
Las tres chicas se fueron a un lado y volvieron a pedir una bebida, también sin alcohol. Entre risas, hablaban, mientras se bebían su bebida.
-Sí.
-Bueno, un placer conocerte- dijo Sara-. ¿Me das tu WhatsApp y seguimos en contacto?
-Claro- dijo María, y comenzó a recitar su número, el cual Sara apuntaba en su Samsung Galaxy Ace 2.
-Perfecto.- Sara pulsó el botón que guardaba el número-. Bueno, pues eso, adiós.
-Adiós.
Dudaron, pero al fin, se dieron dos besos, y las dos se separaron, Sara entrando en la residencia y María yendo a su casa, dejando las dos atrás a una nueva amiga.
Clara estaba contándoles a Marta y a Carmen una historia de cuando ella iba en el último curso de Secundaria. Las tres rieron, y siguieron conversando. En ese momento, dos tíos corpulentos, bastante guapos, se acercaron a ellas.
-Hola, chicas- saludó uno, rubio.
Las tres se miraron, y saludaron al mismo tiempo:
-Hola.
-¿Queréis bailar?
No, dos. Gerardo y Álvaro. Que las dejen en paz, caray. O por lo menos solo a una. La mirada de Pablo cambió, y miró fijamente a Gerardo, el que más cerca estaba de ella. Gerardo se dio cuenta, miró a Pablo, y con la mirada le preguntó que quería. Pablo le indicó mirando a Marta que a ella no le dijeran nada, las otras eran todas suyas. Gerardo le hizo saber que lo entendió. Menos mal. Ahora también era una nueva oportunidad para que Marta se quedara sola.
-Claro- respondió Clara sin pensar. Le era una alegría que chicos guapos con buen cuerpo se le acercaran. No tenía mucha suerte en eso.
-Yo casi que me quedo aquí- dijo Marta-. No me apetece bailar.
-Vamoooos, lo pasaremos bien, mujer- insistió Clara.
-Que no, id vosotras- dijo Marta con una pequeña sonrisa.
-Bueno, si no quieres venir quédate- dijo Gerardo-. ¿Venís vosotras?
-Sí- dijeron las dos amigas a la vez.
Y los cuatro se adentraron en la pista, dejando a Marta sola, que, no dijo nada, pero vio el intercambio de miradas entre Gerardo y Pablo, y lo mejor para ella es que nadie se enteró.
<<Pobres vecinos>>, pensó Paula, y sonrió al imaginarse a los vecinos del chico llamando a la puerta para quejarse.
-Cualquier cosa que necesitéis avisad- dijo Iván.
-Vale- dijeron las dos amigas a la vez.
Nati recorrió el lugar con la mirada, y encontró lo que buscaba. Se inclinó hacia su amiga, y señalando disimuladamente dijo:
-Mira, ahí están Lucas y Julio.
Paula miró en aquella dirección, y en su interior despertaron dos sensaciones diferentes. La primera felicidad, por ver al chico que tanto le gustaba, y la segunda odio, por ver que el que estaba a su lado era el que tanto daño le había hecho a su amiga.
-¿Les decimos algo?- preguntó Nati.
-No, esperamos un poco- respondió Paula.
En la otra punta de la sala, Julio bebía una cerveza bien fría al lado de su mejor amigo. Observaba el panorama. No había muchas chicas con las que no hubiera tenido algo, y la mayoría no le atraían. Entonces vio a Paula. Más recuerdos. En seguida los apartó de la cabeza y se fijó en su acompañante. No estaba mal. Podía intentarlo. Nunca la vio con Marta, entonces sus recuerdos no le amenazaban. Sí, probaría.
-Nada, pero os veo luego- respondió, desapoyándose de la pared y dejando a Jesús intrigado por saber a dónde iba.
Pablo dio un trago a su cerveza y caminó por la discoteca sin perder de vista a Marta. Llegó junto a ella y...
-Hola.
Marta levantó la cabeza y delante de ella se encontró a Pablo, con la misma sonrisa que esa mañana. No era bueno que sonriera así.
-Hola.
-¿Te acuerdas de mí, no?
<<Joder, como para olvidarse>>, pensó Marta.
-Sí, comiste hoy con mi hermano- respondió Marta.
-Muy simpático él, ahora no sé si tú eres igual- la picó Pablo, dando un trago a su cerveza, sin dejar de mirar a los ojos de Marta, con una sonrisa traviesa.
-Oye, que yo soy majísima.- Marta decidió seguirle el juego, no sabía por qué.
-Pues hoy no parecías muy contenta de conocerme- dijo Pablo, le gustaba eso de picar a las chicas.
-A lo mejor el poco simpático eres tú- replicó Marta, con una pequeña sonrisa.
-No creo, ¿eh?
-Pues yo sí.
Pablo sonrió.
-Crees mal, si quieres preguntamos por ahí, a ver qué te dicen.
-No quiero que te ofendas.
Ambos se miraron, y sin poderlo evitar, Marta sonrió junto a él.
Álex y Jesús contemplaban la escena desde su sitio de siempre.
-Hacen buena pareja, ¿eh?
-Tú por lo menos sabes donde vives- rió Sara.
-Bueno, si quieres te acompaño.
-¿Y luego dejar que te vayas sola un sábado por la noche? Me sentiría un poco mal.
-Tranquila, no me pasará nada, y si quieres te aviso cuando llegue para que sepas que estás bien- la tranquilizó María.
-Vale, es que me preocupo por ti.
María sintió como por dentro se llenaba, como si ese vacío que la invadía hace tan solo unas horas se hubiera llenado de repente.
-Muchas gracias. Te avisaré.
Y, dicho esto, echaron a andar a la residencia de estudiantes donde Sara se alojaba.
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-Vaya ambiente hay hoy- dijo Álex al ver la discoteca.-Es que los universitarios ya llegaron- dijo Jesús.
-Se nota.
Los tres fueron a la barra. Cerveza con alcohol para cada uno. Luego, fueron a su esquina habitual, donde se ponían siempre a observar el panorama y mirar si algo merecía la pena.
-¿Veis algo bueno?- preguntó Álex, que siempre era el más aplicado en eso.
-Algo bueno sí, solo que ya te tiraste a todas- rió Jesús dando un trago a su cerveza.
-Ja, ja, muy gracioso- ironizó Álex, quien dio un trago a su bebida y contempló la pista de baile.
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-Puf, una lenta- dijo Clara al escuchar el nuevo tema que sonaba en el local.-Sí, vamos a un lado, ahora van las parejitas- dijo Carmen.
Las tres chicas se fueron a un lado y volvieron a pedir una bebida, también sin alcohol. Entre risas, hablaban, mientras se bebían su bebida.
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Con la cabeza apoyada sobre la columna, Pablo contemplaba la discoteca. Ahora solo parejas bailando una lenta. Recorrió todo con la mirada. Vio algunas caras conocidas, la de Álvaro, la de Gerardo, la de Alba, la de Marina, la de Sergio, la de Cristian, la de Marta, la de Laura... Espera. Devolvió su mirada donde antes se había detenido un segundo. ¿Marta? ¿Qué hace ella allí? Da igual. Sonrió al verla, y bebió de su cerveza. Estaba sonriendo, preciosa. Puede hablar con ella. O no. Está con sus amigas, mejor sola. Esperaría, y mientras tanto, no la perdería de vista.
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-Llegamos- dijo Sara, parándose delante de un gran edificio con muchas ventanas, la mayoría con las luces encendidas.-Sí.
-Bueno, un placer conocerte- dijo Sara-. ¿Me das tu WhatsApp y seguimos en contacto?
-Claro- dijo María, y comenzó a recitar su número, el cual Sara apuntaba en su Samsung Galaxy Ace 2.
-Perfecto.- Sara pulsó el botón que guardaba el número-. Bueno, pues eso, adiós.
-Adiós.
Dudaron, pero al fin, se dieron dos besos, y las dos se separaron, Sara entrando en la residencia y María yendo a su casa, dejando las dos atrás a una nueva amiga.
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-Y entonces cogí y le dije: "mira chaval, deja ya de meterte con él porque aquí el único marginado eres tú. Vas de guay por la vida y no eres nada". ¡Y teníais que ver su cara! Se fue todo cabreado y no volvió a molestarnos.Clara estaba contándoles a Marta y a Carmen una historia de cuando ella iba en el último curso de Secundaria. Las tres rieron, y siguieron conversando. En ese momento, dos tíos corpulentos, bastante guapos, se acercaron a ellas.
-Hola, chicas- saludó uno, rubio.
Las tres se miraron, y saludaron al mismo tiempo:
-Hola.
-¿Queréis bailar?
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No, dos. Gerardo y Álvaro. Que las dejen en paz, caray. O por lo menos solo a una. La mirada de Pablo cambió, y miró fijamente a Gerardo, el que más cerca estaba de ella. Gerardo se dio cuenta, miró a Pablo, y con la mirada le preguntó que quería. Pablo le indicó mirando a Marta que a ella no le dijeran nada, las otras eran todas suyas. Gerardo le hizo saber que lo entendió. Menos mal. Ahora también era una nueva oportunidad para que Marta se quedara sola.
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-Claro- respondió Clara sin pensar. Le era una alegría que chicos guapos con buen cuerpo se le acercaran. No tenía mucha suerte en eso.
-Yo casi que me quedo aquí- dijo Marta-. No me apetece bailar.
-Vamoooos, lo pasaremos bien, mujer- insistió Clara.
-Que no, id vosotras- dijo Marta con una pequeña sonrisa.
-Bueno, si no quieres venir quédate- dijo Gerardo-. ¿Venís vosotras?
-Sí- dijeron las dos amigas a la vez.
Y los cuatro se adentraron en la pista, dejando a Marta sola, que, no dijo nada, pero vio el intercambio de miradas entre Gerardo y Pablo, y lo mejor para ella es que nadie se enteró.
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Llamaron al timbre y esperaron. El anfitrión fue a abrirles y las recibió con una sonrisa. Dos chicas más. Genial. Las invitó a pasar, y Paula y Nati entraron. El salón de la casa de Iván estaba hasta arriba de gente, y la música sonaba a todo volumen.<<Pobres vecinos>>, pensó Paula, y sonrió al imaginarse a los vecinos del chico llamando a la puerta para quejarse.
-Cualquier cosa que necesitéis avisad- dijo Iván.
-Vale- dijeron las dos amigas a la vez.
Nati recorrió el lugar con la mirada, y encontró lo que buscaba. Se inclinó hacia su amiga, y señalando disimuladamente dijo:
-Mira, ahí están Lucas y Julio.
Paula miró en aquella dirección, y en su interior despertaron dos sensaciones diferentes. La primera felicidad, por ver al chico que tanto le gustaba, y la segunda odio, por ver que el que estaba a su lado era el que tanto daño le había hecho a su amiga.
-¿Les decimos algo?- preguntó Nati.
-No, esperamos un poco- respondió Paula.
En la otra punta de la sala, Julio bebía una cerveza bien fría al lado de su mejor amigo. Observaba el panorama. No había muchas chicas con las que no hubiera tenido algo, y la mayoría no le atraían. Entonces vio a Paula. Más recuerdos. En seguida los apartó de la cabeza y se fijó en su acompañante. No estaba mal. Podía intentarlo. Nunca la vio con Marta, entonces sus recuerdos no le amenazaban. Sí, probaría.
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-¿Qué miras tan fijamente?
La pregunta de Jesús hizo que Pablo apartara la mirada de Marta un segundo. Justo se acababa de quedar sola y veía su oportunidad.-Nada, pero os veo luego- respondió, desapoyándose de la pared y dejando a Jesús intrigado por saber a dónde iba.
Pablo dio un trago a su cerveza y caminó por la discoteca sin perder de vista a Marta. Llegó junto a ella y...
-Hola.
Marta levantó la cabeza y delante de ella se encontró a Pablo, con la misma sonrisa que esa mañana. No era bueno que sonriera así.
-Hola.
-¿Te acuerdas de mí, no?
<<Joder, como para olvidarse>>, pensó Marta.
-Sí, comiste hoy con mi hermano- respondió Marta.
-Muy simpático él, ahora no sé si tú eres igual- la picó Pablo, dando un trago a su cerveza, sin dejar de mirar a los ojos de Marta, con una sonrisa traviesa.
-Oye, que yo soy majísima.- Marta decidió seguirle el juego, no sabía por qué.
-Pues hoy no parecías muy contenta de conocerme- dijo Pablo, le gustaba eso de picar a las chicas.
-A lo mejor el poco simpático eres tú- replicó Marta, con una pequeña sonrisa.
-No creo, ¿eh?
-Pues yo sí.
Pablo sonrió.
-Crees mal, si quieres preguntamos por ahí, a ver qué te dicen.
-No quiero que te ofendas.
Ambos se miraron, y sin poderlo evitar, Marta sonrió junto a él.
Álex y Jesús contemplaban la escena desde su sitio de siempre.
-Hacen buena pareja, ¿eh?
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